20200603



LA GASOLINERA DE LA PLAZA DE TOROS


Desde mi Kiosco. VIII. Una visión alcazareña en la mitad del siglo XX






En un día soleado de 1968 se tomó esta fotografía en una tarde festiva de Alcázar de San Juan. Su intención principal es mostrar la gasolinera del tejido de la plaza de toros. La gasolinera que en aquel momento era este surtidor, nos muestra buena parte de su mecanismo y la manguera con la que trasvasaba la gasolina, desde el depósito subterráneo a los depósitos de los vehículos que repostaban estacionados a su lado. Aunque no solo se servía la gasolina a los vehículos, sino que se expendía en todo tipo de recipientes, latas, bidoncillos y otros recipientes de transporte de líquidos. El surtidor funcionaba con un manubrio, por sus vasos se veían pasar los cinco litros por extracción que era capaz de despachar.
La gasolina es un derivado del petróleo que aparece por la descomposición de vegetales y animales en los fondos marinos y de lagos, acumulados desde hace millones de años. Se descubrió a mediados del siglo XIX por la separación de líquidos del petróleo mediante un proceso de destilación. Empezó a venderse en las farmacias y droguerías como quitamanchas, disolvente...
Los primeros usos de la gasolina fueron como desengrasante y producto de limpieza, especialmente de metales. En una población donde muchas personas tenían relación con metales y herramientas, no faltaba en ninguna casa una lata de gasolina, para limpiar y brillar las cuchillas de los arados, las llaves inglesas o los desmontadores de las llantas de las bicicletas.
En 1886 el ingeniero alemán Karl Benz, patentó el primer vehículo de gasolina, un “trasto” de tres ruedas que alcanzaba 17 km a la hora. Pero la invención del concepto de gasolinera pertenece a su esposa Bertha, una osada aventurera que hizo un viaje de 80km en tres días, parando en una farmacia a comprar gasolina para alimentar aquel vehículo. No es anecdótico el ánimo de Bertha, como no es anecdótico, sino fundamental, la presencia de la gasolinera junto a su surtidor en nuestra foto.
Genoveva Illescas López, desde la muerte de su marido, se hizo cargo plenamente de la atención del surtidor, que fue la forma de sustento de su familia, trabajando todas las horas del día que requería el negocio, rompiendo la tendencia de la ausencia de la mujer en estos tipos de trabajo considerados masculinos. Si bien ahora, 50 años después, la mujer ocupa cualquier puesto de trabajo, en aquel 1968, resultaba muy singular la actividad de Genoveva y que requiere al menos este mínimo recuerdo y reconocimiento. Con un planteamiento vital desde la trayectoria de otras mujeres como Victoria Kent o Clara Campoamor, esta alcazareña defendió una forma autónoma e independiente de vida que le permitió el crecimiento de su familia.
Aquel año fue declarado año Internacional de los Derechos Humanos por la ONU, seguramente con motivo del veinte aniversario de la Declaración, y Alcázar comenzaba a crecer en lo económico. La esperanza del reciente Polígono de descongestión de Madrid y la estabilidad de los ingresos de la administración en diferentes sectores, tiraban de las entidades financieras, tanto para procurar el ahorro, como el préstamo para las escasas aventuras económicas de los alcazareños, siempre acostumbrados a la seguridad de lo oficial. En esta línea se instaló en sus calles una nueva entidad: La Caja de Ahorros de Ronda.
Algo estaba pasando ese verano en Alcázar y el Delegado de Sindicatos Ramón Alcázar inauguraba el Hogar del Jubilado Ferroviario, en la calle Canalejas, un tipo de casino que se instalaba en los locales de la escuela del maestro Manuel Cencerrado, que había fallecido un par de años antes. Este local acabó transformándose en un simple bar barato que, entre los jóvenes de la época, recibía el apelativo de “La alegría de la huerta.”
En aquel bar se celebraron cumpleaños y algún guateque, sonando seguramente los artistas del momento, los Rollings o Zappa. Pero sin lugar a dudas quien sonó y asombró a los alcazareños fue la sorpresa de María Ángeles Santamaría conocida como Massiel que ganó el Festival de Eurovisión. Los jóvenes más aventurados, escuchando emisoras de radio y leyendo el “Mundo Joven”, descubrieron bandas emblemáticas como Deep Purple, que comenzaba a sonar más es USA que en Inglaterra.
Una de las cosas que más me inquieta de esta fotografía es la enorme presencia de mujeres en la misma. A la izquierda hay un numeroso grupo de mujeres de varias generaciones, desde niñas a abuelas y bisabuelas. Se sitúan a la sombra de algún kiosco antiguo y permanecen como en una situación expectante, esperando algo que va ocurrir en los alrededores de la Plaza de Toros. A la derecha varias mujeres jóvenes, que andan por el paraje. Junto a la plaza, grupos de hombres y algún que otro vehículo. Hombres en un espacio y las mujeres en otro. Alcázar de San Juan había olvidado las expectativas abiertas con la celebración del Día Internacional de la Mujer, treinta años antes, y estaba al margen de los acontecimientos que convulsionaban el mundo. Por aquellas fechas fueron asesinados el presidente americano Kennedy y el soñador pacifista, Martín Luther King. En las casas y calles manchegas se soñaba con la hazaña de Gabino Moral, la mayor a la que aspiraban muchos, la suerte. Y menuda suerte la de la quiniela de 14, que le trajo 30 millones de pesetas, cuando el salario mínimo interprofesional de aquel año era de 3000 pesetas mensuales para los mayores de 18 años. Trabajar para comer era “la idea”. No podía haber otra. Empobrecidas y analfabetas (más del 60% de la población era analfabeta), aquellas mujeres no querían saber nada de todas estas cosas, ni de los trasplantes de corazón que hacía el doctor Barnard, o de la carrera hacia la luna por la que peleaba el mundo. ¡Qué España la de aquel año! Se comenzaba a autorizar la enseñanza del euskera en las escuelas públicas, y los territorios de Guinea Ecuatorial alcanzaban la independencia naciendo como república.
Los hombres de la gasolina habían entrado a la Plaza de Toros para asistir a la eliminatoria de las agrupaciones folklóricas de la Mancha Sur del IV Festival Nacional de la Canción de Primavera. Presentaba el acontecimiento la popular y televisiva Maruja Callaved, un portento de aquellas décadas. Esa tarde las entradas de silla de ruedo costaron 10 o 15 pts y las gradas de general 5 pts. De esos precios se deduce que en la muralla de la Plaza se aprecien los jóvenes trajeados y bien peinados. Los hombres usaban la gasolina en los mecheros y su perfume siempre traía cierto olor a su volatilización, dando un aspecto rocanrol a su compañía.
Los chicos con los ojos como platos y un arco con flechas, hechos de varillas de paraguas viejos, merodeaban a la caza de lagartos. Observaban la escena desde las “pairetas” de la triste balsa “del andaluz”. Al fondo, las Casas Nuevas en mitad del campo y entre la gasolinera y ellas un letrero de carretera que decía “Herencia 14”. El pueblo se acababa en la misma gasolinera.
Hoy a los más de cincuenta años que nos distan de aquella tarde del 23 de mayo, puedes sentarte frente a la pantalla del ordenador y volver a ver “El Planeta de los simios” o “La semilla del diablo”; los tiempos no pasan.



Texto: José Fernando Sánchez Ruiz
Foto: Archivo


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