20200602


ESCUELA DE APRENDICES DE MACOSA



Desde mi Kiosco. VI. Una visión alcazareña en la mitad del siglo XX










…y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar…
Antonio Machado nos apuntaba con estos versos la ilusión del poeta y del hombre racional, moderno y comprometido con su entorno y el futuro de la humanidad. No volver a pisar una senda pisada, era y es no volver a repetir los mismos pasos, en lo personal y en lo social. Pero esta, como otras muchas ilusiones del poeta que le llevaron a tierra extraña, se ha visto truncada repetidamente en la última centuria.
De hace ahora 100 años, es decir cuando comenzaba a declinar la acción bélica de la Gran Guerra (1914-1918), son buena parte de los problemas del mundo actual. Nunca se resuelven los enfrentamientos humanos y cada acción por pequeña que resulte, es un desencadenante de procesos irreversibles. Woodrow Wilson, el presidente americano impulsor de la Sociedad de Naciones, dijo poco después «Les prometo que esta va a ser la última guerra, la guerra que acabará con todas las guerras». De ilusiones, dicen las abuelas manchegas que, también se vive. Así debe ser, los jóvenes de la Europa de los años cuarenta recogieron el espíritu que, H. Leip insufló a su poema del soldado que estaba de guardia en el cuartel y la luz del farol, escrito en las trincheras de la Gran Guerra. Siendo el origen de Lili Marlen.
España acababa de salir de su contienda y, de nuevo, las heridas abiertas de la Gran Guerra sangraban en la Segunda Guerra Mundial. Muchas fueron las necesidades de producción de aquellos años y en Alcázar de San Juan se instaló una factoría de trabajos industriales: Los Devis. “Antiguos Talleres Girona-Devis”.
Con el tiempo se transformó en MACOSA, “Material y Construcciones S.A.” una industria con varias funciones: dedicada a recoger bajo un control laboral y reeducativo a muchos disidentes, revitalizar la economía del centro de La Mancha, reconocer la importancia estratégica y de apoyo a la Nueva España de Alcázar de San Juan y, sobre todo, reconstruir España; en este caso con material ferroviario y material metálico para grandes obras públicas, eso que llamaron, caminos, canales y puertos.
Fue un proyecto imponente de producción y reeducación, en el que la mayoría de sus productores, una media de 300 permanentes, sintieron el paternalismo empresarial y los métodos de producción más vanguardistas del taylorismo americano.
¡Que bien vivís los que tenéis economato! La aparición del economato, la escuela de aprendices, una vida social y cultural de la empresa, el sistema de ayudas entre los trabajadores o las atenciones personales, reyes magos para los niños, deportes para todos, excursiones para las familias, biblioteca, descuentos en locales de ocio alcazareños, descuentos en comercios de moda, electrodomésticos… O escuela nocturna de los trabajadores para ascender dentro de la empresa, fueron cercando una visión particular del entorno por los trabajadores de la factoría.
Incluso la empresa pensaba en los hijos de los productores, que ya mozalbetes de los sesenta y los setenta, descubrían una nueva forma del ver el mundo. Para ellos habían creado la “Escuela de Aprendices”, verdadera entidad de enseñanza académica y profesional, a la que se accedía por riguroso examen y en la que se reservaba un cupo para los hijos de los productores. Allí se estudiaba algo similar a los bachilleratos de la época y se aprendía un oficio, en un ciclo de tres años. Por lo general el último año se hacían prácticas en los talleres y con este sistema se incorporaban al trabajo nuevos productores.
El sistema permitía la realización de prácticas tanto en la factoría alcazareña, como en factorías y empresas extranjeras a las que se accedía mediante convenio. Los “aprendices” fueron entonces una casta alcazareña incluso de más interés social que la de los “prácticos” ferroviarios. Ambas fueron las dos formas de acceso, laboral y social, que tuvieron los hijos de las familias obreras alcazareñas entre los años cuarenta y setenta.
Los recién aparecidos locales juveniles como el Boys Club entre otros, y la ocupación de las tabernas y bodegas de la calle del ferrocarril y la puerta Cervera, entre otras, fueron sus mecas y sus nidos de operación, tanto en lo correspondiente al lirismo de la juventud, como a las inquietudes sociales. Aquellos jóvenes “aprendices” lo aprendieron todo, fueron conociéndose y comprometiéndose con aquello que más les interesaba. Muchos abandonaron MACOSA y desarrollaron su vida en ámbitos relevantes de carácter institucional, social, empresarial, universitario… Incluso buena parte en el sector educativo, integrándose en el nuevo modelo de escuelas de Maestría o centros de Formación Profesional que comenzaban a aparecer.


Texto: José Fernando Sánchez Ruiz
Foto: Archivo Municipal
Diario YA, Santos Yubero

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