20200528




EL RALLY DE ANDORRA




Desde mi Kiosco. V. Una visión alcazareña en la mitad del siglo XX









La década de los años sesenta abre un nuevo período en la vida de Alcázar de San Juan. Circunstancias internacionales y locales la llevan a ello. Si bien poco antes de nuestra instantánea habían desaparecido grandes personajes de la época, como la rubia Marilyn Monroe o el presidente Kennedy, a la vez surgían otros elementos que marcaron la década. Los soviéticos enviaron al espacio a la primera mujer, Valentina Tereshkova. Luther King abanderaba el movimiento sobre los derechos humanos, recibiendo este mismo año, 1964, el Nobel de la Paz. Los hippies quieren cambiar el mundo, cuando los Beatles cambian el espectáculo, la música y buena parte de los valores de los jóvenes. El movimiento Contracultural se desperezaba en las metrópolis españolas y Alcázar, tan cerca de Madrid, recibía información de “los niños flor”, surgiendo la duda sobre las formas tradicionales de autoridad.
Es un disgusto que en esta imagen no podamos ver los kioscos del paseo de la estación, a los que llegaban las publicaciones y revistas más vanguardistas de la prensa española. Pero Alcázar vivió con mucha intensidad aquellos años. El paseo de la estación olía a gasolina (la del surtidor que tampoco aparece en la foto), sonaban las primeras coplas pop y las guitarras eléctricas. Corría el verano de 1964 y seguramente Paulino salió del estudio de Marlo-Foto en el mismo paseo de la estación, para hacer varias instantáneas de este “Rally de Andorra” que tuvo lugar en abril, convirtiendo la población manchega en un pueblo que buscaba el “sueño americano”
El Cine Mara era la terraza de verano más popular de aquellos años, en competencia con la Delicias y la del Crisfel, ambas de la familia Cenjor, que aquel año, hacía solo unos meses, cumplía una de sus grandes ilusiones, abriendo en la parte baja de la población el Cine Cenjor. Lamentablemente solo subsistió unos pocos años. La terraza Mara ocupaba la parte de atrás de los edificios de la acera que se ve en la foto, en un enorme corralón alargado, que casi llegaba a las mismas vías del tren. Por esta portada se accedía al final de la sala y a su derecha se desplazaba esta con la pantalla al fondo. Los alcazareños y alcazareñas visionaron allí con suspiros, estruendos y voces, a los grandes artistas de entonces: Anthony Quinn en “Los cañones de Navarone”, “El coloso de Rodas” donde aparece el galán español Conrado San Martín, entre otros artistas nacionales, junto al americano R. Calhoun o la italiana Massari. Eran cintas de carácter histórico, bíblico, de aventuras o de amor.
Pegado al cine, camino de la estación, se observa una zona de bares y hoteles, que quedan disimulados detrás de la fila de espectadores. El valor de los veinte corredores participantes en el rally del paseo atraía la atención de todos. Jóvenes, industriales, viajeros del tren y de los autobuses que andaban por el paseo, mujeres, chicas jóvenes, algún agricultor que no quería desprenderse de su blusa, guardias civiles, chiquillería y empleados de los locales. Unos asomándose desde los balcones y otros en primera línea de la prueba. Entre ellos, y en el abandono de las barras de los bares, algunos camareros. Miguel con su mandil y Joaquín Román, en chaquetilla blanca, ambos del bar de “Los Alaminos” que dejaron la puerta de par en par. Por la parte del bar “El Jaro” no salió nadie a primera fila, pero estaban observando detrás con un ojo en el Citroën y otro en los bocadillos, que por la posición del sol vemos que era una hora propia para un avance.
Esta acera como la de enfrente, estaba bien surtida de locales de hostelería y hospedería. Aquí se ve la fonda Úbeda que como pensión anunciaba sus camas y comidas. A la derecha de la imagen vemos un edificio de tres plantas de cuidada y decorada fachada, en el mismo sitio por el que años antes accedían a los andenes los viajeros de la estación. Este fue el hotel Raboso, que ya estaba en plena decadencia en este año. Fue un hotel al que acudieron los visitantes de Alcázar cuando desde Madrid se venía a La Mancha con la intención de conocerla y documentarla, actores y artistas de todo tipo recalaban con frecuencia. El Crisfel era el único teatro de la Mancha y atraía público de Madrid, periodistas, escritores, altos cargos, fotógrafos, empresarios, toreros y aventureros de todo tipo. Este mismo año visitó Alcázar el fotógrafo Alfonsito (Alfonso Sánchez Portela), uno de los hijos del histórico Alfonso, que como depurado perdió su carné de periodista, ejerciendo solo como fotógrafo. Alfonsito junto a un grupo de amigos madrileños y de la capa española, visitaba Alcázar para conocerla, comer, fotografiarla y hacer tertulias literarias, decían los cronistas de la década.
Alcázar en la lejanía de la Puerta del Sol y en la cercanía de un rato de ferrocarril, con buenas posibilidades para comer, dormir y divertirse, era un lugar predilecto de un numeroso grupo de activistas madrileños, que en la mayor discreción se acercaban a La Mancha y a sus asuntos. Es imposible averiguar si estas visitas u otras causas transformaban las costumbres locales tan arraigadas, pero éstas se transformaban rápidamente. No solo eran las costumbres juveniles, como ejemplo diremos que los entierros dejaron entonces de despedirse en la Puerta Cervera, comenzando a hacerlo en las parroquias. Entre este bullir, los asesores del Real Madrid de baloncesto, que venían a los juegos locales, escogieron a Vicente Paniagua Logroño, al que incorporaron a su plantilla, después de hacerle unas pruebas y ahora Alcázar lo homenajea.
El hotel Raboso desapareció poco después, pero de su vida quedan muchas cosas que contar. El ganadero alcazareño Laurentino Carrascosa, que desde joven tuvo intención taurina, faenó muchas veces en los pueblos de la zona y como en su casa no eran conformes con su afición, utilizaba el Hotel Raboso para vestirse de luces y salir a los festejos como novillero y como matador. En sus tertulias con mucha gracia se ganaba la admiración de los asistentes, y el compositor Jaime Teixidor le dedicó el famoso pasodoble “Carrascosa”. Luego dejó las faenas y su organización para centrarse en su ganadería desde 1957. Al pasar el hotel de unos dueños a otros, en su última etapa se conoció como hotel Pecker, estando a cargo de esta familia radiofónica en sus últimos días.



Texto: José Fernando Sánchez Ruiz
Foto: Archivo Municipal
Antonio Martínez









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