20200206

Marcelo. ¡ Te estan angañando¡


                Marcelo. ¡Te están engañando¡.


I

Marcelo. ¡Te están engañando¡. Las balas de los fascistas, matan a los hombres y a los niños, por mas que nos agachapemos en las trincheras las balas pueden acabar con nuestras vidas, ten cuidado Marcelo, le decía Nicolás a su amigo.
Nicolás y Marcelo se habían alistado como voluntarios, falseando su edad en el batallón Mancha Roja, para luchar a favor de la república en el frente de Madrid, apenas cumplían la mayoría de edad cuando los morteros silbaban cercanos a sus cabezas y las granadas mutilaban a sus camaradas.

No se habían vuelto a encontrar desde el cerco de Madrid. En Villarrubia los acontecimientos pasaron muy deprisa y nadie se dio por aludido, en realidad ellos habían evitado todo contacto para salvar el pellejo. Nicolás gracias a un pariente cura se coloco de portero en una finca del Paseo de la Castellana en Madrid y Marcelo se hizo cargo de las fincas rusticas familiares de Villarrubia para ir viviendo en el periodo del franquismo.

Nicolás y Marcelo vivieron mas de 40 años sin volver a verse, en realidad se olvidaron el uno del otro y apenas se reconocían en la memoria en sus años de juventud. Ambos formaron sus respectivas familias procurando ser personas de orden pero nunca olvidaron su militancia anarcosindicalista de la primera juventud.

Bien entrados los años ochenta cuando las guitarras eléctricas, definitivamente, habían ocupado el sitio de las orquestas de pulso y púa y melenudos y minifalderas eran algo común en las fiestas de los pueblos, Nicolás y Marcelo volvieron a encontrarse uno al lado del otro en el mostrador de un bar de verbena popular.

Marcelo te están engañando repico el otro extremo de la barra.

Marcelo levanto la cabeza porque le sonaba la frase y vio a un hombre septuagenario que enrojecida la faz le miraba fijamente, de momento no reconoció a su compañero, pero iluminada la memoria por una sombra del pasado le puso pelo al personaje, le quito peso y color rojizo oscuro de la cara, se le dibujo por un momento el aspecto de su compañero Nicolás. Entonces Marcelo grito.

¡Nicolás eres tu¡.

Y ambos hombres se acercaron para darse un abrazo fraternal oyendo ensimismados en la lejanía del pasado canciones republicanas y el ruido infernal de las trincheras. Nicolás y Marcelo dos milicianos vivos de los pocos que quedaban en toda la zona se habían vuelto a encontrar, sus miradas se cruzaron en el vació del tiempo, sus manos temblorosas por el paso del tiempo y el trabajo se aletargaron en el sonido de un tema de los Beatles y sus brazos se extendieron en un abrazo inconmensurable de fraternidad.

La conversación surgió de ambos como si la ultima ráfaga de la ametralladora fascista hubiera silbado en aquel instante, tantas cosas había que contarse, preguntarse por las amistades comunes por la familia y por uno mismo.

Nicolás comenzó a contar su vida, se había casado con una chica de Lavapies y tuvo la suerte de entrar de portero en una comunidad del madrileñismo Paseo de la Castellana, la vida no le había dado descendencia y su mujer un poco tuberculosa desde la posguerra, había muerte en el año  1962, cuando España empezaba a despegar en aquello del desarrollo económico y el turismo. Por respeto no volvió a contraer matrimonio y venia dedicando los últimos años de su vida a conocer los locales de alterne de su barrio. Era un hombre alto y culto acostumbrado a leer desde joven por sus vinculaciones anarcosindicalistas, había recorrido toda la geografía nacional y ahora jubilado de su empleo quería recalzar en el pueblo para vivir tranquilamente en la casa de la familia, sin mas pretensión que vivir la vida al estilo mas antiguo, entre jarretes y viudas.
Nicolás era un hombre transparente acostumbrado a la vida moderna, conducía su vehículo Seat 600 por las carreteras españolas, para desplazarse de Madrid a su pueblo y de este a la capital en busca de bailes y fiestas de “carrozas” con la esperanza de encontrar alguna mujer viuda o extranjera que quisiera terminar junto a él, el resto de sus días. Contaba a Marcelo, con ensimismamiento, que conocía muy bien el ambiente de las grandes ciudades y especialmente el madrileño, los  bailes de la calle de Atocha que llamaban Consulado, los de Santo Domingo para parejas y las discotecas de mayores de Leganitos y otras del mismo tipo.
Había visto como los locales de alterne paseaban por distintas calles y barrios madrileños naciendo los inmejorables locales de la calle Orense, Doctor Fleming y Chamartin.
Cansado de todo este ambiente volvía a su pueblo en la esperanza de encontrar en la vida mas tradicional y recatada, la horma de su zapato. Algo que le resultara doméstico y conciliador de la vida que había arrastrado desde la muerte de su esposa, de tugurio en tugurio y de lupanar en lupanar.

Para Marcelo que volvió de  la guerra a su pueblo y fue protegido, por dos terratenientes,  por ser hijo de un buen gañan. La vida de Nicolás era una fantasía inalcanzable, algo irrealizable para él que se había dedicado a aparear cerdos y cultivar la vid, con todos los esfuerzos y fatigas inimaginables. Marcelo cuido y exploto en propiedad 20 fanegas de viña en Villarrubia tratando unos años de vender vino y otros, especialmente los mas recientes de vender la uva.

Su mujer María había muerto muy joven en el parto de su hijo en 1951, y desde entonces no se le conoció mas mujer, que sus idas y venidas al Canal de Tomelloso. Donde tenia la costumbre de acudir una vez  al mes.

Marcelo aun en su edad septuagenaria era todo un caballero, se alegro especialmente del encuentro con su compañero y pasaron la noche hablando de la juventud del pasado, de la evolución de España, de los pantanos, del precio de las uvas, de la emigración a Europa, de infinidad de temas. Y de mujeres.

Marcelo acababa de cumplir los 75 años y en el horizonte de la vida estaba la celebración de los JJOO de Barcelona y la Exposición de Sevilla. Le explicaba a Nicolás que para él, el deporte no tenia nada de interés, que en su vida había hecho mucho deporte con las yuntas, el azadón, las espuertas, la soga del pozo y otras especialidades. Contaba esto con cierta sorna y repasando las especialidades en las que había triunfado. Miro al camarero y pidió un par de jarretes.

Que ricos les tuvieron a los dos aquellos jarretes.

Pero aquello de la Exposición de Sevilla donde estarían representantes de todo el mundo, sojuzgaba su curiosidad. Faltaban aun tres años largos y el estaba deseoso de poder ir a visitar el acontecimiento. Siempre le gusto viajar y lo había hecho poco. El miedo a lo desconocido y el respeto a la economía familiar no se lo permitían. Pero ahora, le insistía a Nicolás, es una ocasión de oro para desde Sevilla que esta bien cerca poder visitar todo el mundo.

Largo le fiaba la aventura a Nicolás, que acostumbrado a la vida de ciudad tenia una impronta de inmediatez. Pero le resultaba seductora la idea de vivir un mes largo en Sevilla con la Exposición Internacional de panorama.

--Tienes casa en el pueblo, pregunto de pronto Marcelo.

--Si, si tengo una casa en la que estoy  apañando unas habitaciones de la calle para vivir en ellas, solo necesito la cocina, una sala y la alcoba. El resto de la casa que es muy grande, no se si alquilarla como pensión o cerrarla que será lo mas acertado. Porque para vivir, el buey solo bien se lame.

--Mientras la apañas, te puedes venir a pasar conmigo unos días al campo, yo paso temporadas en el pueblo y temporadas en la huerta y ahora es una época espléndida.

--Me gusta esa idea, Marcelo, es muy interesante y acepto tu invitación. Cuando nos vamos.

--Pasado mañana, que pueda preparar un poco de hato y resolver unos asuntos en la gestoría.

--Oye Marcelo si no puedes ahora otra vez será, lo digo por los papeles, que las gestorías y las notarias, ¡Madre mía, madre mía¡

--No, no me corre prisa alguna, jejejeje, es que el gestor es amigo mío y le dicho que me busque una agencia seria de novias. En fin que quedamos pasado mañana para desayunar en la plaza y nos vamos, una semana al campo.
Tu no prepares nada, que nos vamos en el remolque con la Trepadora, la pobre esta mas vieja, y yo llevare de todo en el hato.

--Quita hombre, nos vamos en mi coche que he venido en el desde Madrid y aunque va siendo de mayor como la Trepadora, es mas rápido y eficaz.

--Bueno tu tráete el coche si quieres y lo guardamos en un cobertizo, pero yo me llevo a la Trepadora y el carro.

Camarero otros dos jarretes.

La noche fue disipándose y emocionados en el recuerdo y las nuevas palabras, Nicolás y Marcelo, abandonaron el sitio y se fueron lánguidamente cada uno a su casa.

Nicolás estaba pendiente de aquella frase y de cómo le brillaban los ojos a Marcelo al pronunciarla, hasta le desaparecieron algunas arrugas de la cara. ...........le he dicho que me busque una agencia seria de novias.
II

Marcelo salió temprano de su casa como la hacia siempre para cruzarse con las beatas a la salida de la iglesia.
--Buenos días Marcelo le dedicaba como una campanilla su vecina Servula.
--Buenos días doña Servula pronunciaba diariamente Marcelo echándose el pulgar y el índice de la mano izquierda a lo alto de la cabeza, en ademán de levantarse la boina recién puesta.

Servula, quería hablar con Marcelo todas las mañanas y a continuación pronunciaba alguna frase corta.
            No vamos hoy al campo.
            Has traído tomates para vender.
            O. Muchos días sin verle. Si faltaba alguna mañana a su cita.

Marcelo contestaba al paso y no le daba conversación a Servula. Pensaba para sus adentros que la viuda cincuentona, tenia mas intención, que la de saber si había recogido tomates de la huerta y a que precio los daba.
Pero Servula nunca dio muestras ni indicios, de querer buscarle la vida a Marcelo. Cuando hacia cocido, apartaba un caldo y se lo ofrecía por la ventana, eso a Marcelo siempre le venia bien.
Su nuera no se acordaba de darle de comer, nada mas que cuando venia  a pedirle cinco mil duros; para la comunión del chico, para la calefacción de la escuela, para la ropa del invierno, para...............
Que mas le daba a Marcelo para que eran los cinco mil duros, su nieto Dimas, era lo único que quedaría de todo aquello. Nunca le daba los cinco mil duros a su nuera, pero unas veces con otras si le entregaba un billete morado con el rey, que decían que era de 10.000 pts.


Las beatas de la iglesia ya se habían marchado, como todos los días solo las veía por las esquinas, o comprando el pan en la plaza a las mas tardonas. Se coloco bien el remangado de las mangas de la camisa blanca y encogiéndose de hombros se sentó en un banco de la plaza. 

A veces el tiempo en los pueblos pasa muy lentamente, a veces se convierte en un suspiro, pero Marcelo lo media muy bien con la sombra de la casa y los adoquines de la plaza, cada adoquín que crecía la sombra era un cuarto de hora hasta llegar a la otra parte de la calzada. Cuando la sombra subía el bordillo el reloj de la plaza daba la una. El nunca estaba en la plaza mas de la una, con lo que no sabia lo que pasaba después con la sombra.
Quien pensará en cambiar el pavimento de la Plaza, no saben nunca ellos, la cantidad de cosas que se llevan por delante cuando hacen una obra publica. Vaya un Consejo o Ayuntamiento, su encuentro con Nicolás le había dejado en la memoria de nuevo formas y formulas de los tiempos jóvenes. Entonces se iban ha hacer cosas en el pueblo sin que lo supieran antes los vecinos.

Marcelo se acerco a la gestoria que ya estaba abierta un buen rato, pero no veía pasar a su amigo Miguel, la chica desde el mostrador le atisbaba con dificultad y se puso de pie.

--Buenos días Marcelo. Miguel no esta hoy en todo el día, se fue a Madrid y me dijo que entre otras cosas tenia pendiente una suya, que venga vd. mañana a verlo.

            Marcelo salió de la gestoria entre nubes, sabia que Miguel, cumpliría su encargo con devoción. Pizpireto y con rapidez volvió sin rodeos a su casa, estaba un poco desorientado por la noticia y se puso a sacar cubos de agua del pozo para regar el porche.

La sombra de la plaza llegaba al bordillo, pero no había nadie que supiera su significado y los chicos que salían de la escuela de recuperaciones, la pisoteaban como queriendo gastarla. El reloj marco la campanada y Marcelo desde su casa, volvió a estar tranquilo. Tendría que preparar algo de comer y el hato para ir con Nicolás una semana a la huerta. Aquella idea comenzaba a pesarle.


III

En Alcázar de San Juan mucho vino y poco pan, oyó Nicolás en la esquina de la sombra, se acerco parsimonioso y tres metros antes de llegar al corro, dio los buenos días.
--Buenos días, señores. ¿Hay hueco?.
-- Buenos días –contestaron—siéntese a charlar con nosotros.

--Es vd. forastero, no lo conocemos aquí, preguntaron a Nicolás.
Este aprovecho el aire de la pregunta para sacar un cigarrillo y ganar tiempo la respuesta mientras lo encendía. La contestación fue harto difícil. Una cosa es un amigo y otra un grupo de desconocidos, estando el en corral ajeno. Recordaba la reposición de las campanas, la de la Sierra y la de la Asunción, las imágenes de la ermita en el mismo 1940.

Al fin contesto.

--No no, tuve aquí familia. Quería saber como me puedo acercar a Alcázar de San Juan.
-- Si no quiere ir vd. en su coche, dijeron aquellos hombres, como una sentencia, puede coger la viajera a las 12 y a las 5, que sale de la plaza. Para volver pregunte al conductor pero creo que la ultima sale de Alcázar a las 8. 

Nicolás se levanto y en la plaza tomo la viajera de las 12 de la mañana el aire de su pueblo se le había hecho demasiado denso, demasiado anclado en el tiempo sin movimiento y sin palabras. Muy manchego, muy trágico.
 Al subir a la viajera sintió un repentino escalofrió como si todas las miradas que salen detrás de las cortinas de las puertas, estuvieran clavadas en su cogote, como si los hombres de la plaza hubieran azuzado a sus galgos contra la liebre que se dibujaba en su nuca. Pensó que no había sido una buena idea la de volver al pueblo. Si tuviera alguien con quien acallar sus angustias y sus miedos, alguien a quien entregarse día y noche, alguien por que velar......

Lo de la gestoría, lo de la gestoría, pensó Nicolás repentinamente, si el puede yo también.

El viaje se le hizo corto y al llegar a la estación de autobuses se bajo rápidamente con el carné de identidad en la mano, el de conducir, la cartilla de la seguridad social y otros papeles que tenia; entro en la primera copistería que encontró.

--Buenos días, señora. Yo busco novia. 

Nicolás enrojeció tras haber pronunciado aquella idiotez, volvió a bajársele la sangre y quedo totalmente pálido. Las palabras no le venían a la garganta y no sabia como enmendar la situación. En su cabeza todo fluía en cientos de contradicciones.
Rosa la dependienta era una mujer cercana a los cuarentena, rubia, vivaracha y de palabra ágil.

--Caballero, lo primero es que le voy a poner una sillita para que se siente y descanse del viaje. No se preocupe por nada. Ah y vasito de agua que le doy ahora mismo.

--Bien con tranquilidad, ya se que vd lo que quiere, es buscar una novia, y por eso viene con sus documentos para que yo los fotocopie y ud. poder mandar a quien convenga su filiación personal solicitando conocer mujeres para buscar novia. Es así.

--Si.
--Repuso Nicolás desde la vergüenza mas absoluta. Un hombre de ciudad como el, cansado de ir a comercios de ser atendidos por chicas de todo tipo. Un hombre que conoce los locales de alterne de todo Madrid mejor que las rayas de la palma de su mano. Los fantasmas y angustias del pasado se aprovechaban de su desazón y venían en bandada para instalarse en la conciencia, la guerra, los paseos, los años de escondido, el sótano de paseo de la Habana, su mujer recién muerta. La soledad de la gran ciudad.

Luis el marido de Rosa, había dejado el otro establecimiento de papelería que tenían en el centro de la localidad para hacer unas entregas en tres industrias del polígono Alces, a la vuelta viendo la hora que se le había hecho pasaba a esperar a Rosa para tomar juntos un aperitivo en el bar de la estación de autobuses e irse a comer a su casa.

Luis entro en la copistería se dirigió a Rosa y la beso mecánicamente, diciendo buenos días. Nicolás sentado en la silla, contesto e irrumpió en un llanto apasionado, el recuerdo de su esposa le había traicionado y ya le daba igual ser ridículo en aquel sitio. Nadie lo conocía. 

Luis escucho la historia de aquel extraño suceso del cliente, de los labios de Rosa que se sintió maternal en aquella situación, Luis miraba al cliente y pregunto a Rosa si le había hecho las fotocopias. Hechas y empaquetadas estas, Luis cogió del brazo a su singular cliente y le dijo.

--Venga hombre, que le vamos a invitar a una cañita de cerveza, y vera vd. como se ve la vida de otra forma.

Nicolás, medio repuesto se puso en pie y dio todo tipo de explicaciones a Luis pidiéndole disculpas, se atuso la polo, de las del cocodrilo, se coloco el pelo con las manos, se estiro el pantalón marcando, la raya y con un ademán elegante le pidió a Luis que le precediera en el paso, al tiempo que decía, Doña Rosa, dígame que le debo y le abono en el bar que dice su marido. 

Una vez en el bar Nicolás se presento formalmente a sus nuevos conocidos, dando pelos y señales de su historia para disculparse y reconoció que desde que Marcelo le había dicho lo del gestor, su inconsciente trataba de lo mismo. Efectivamente quería buscar novia pero no era una propuesta a Rosa, sino una traición que le había jugado la conciencia.

Como se hizo tarde Luis pidió unos huevos fritos con patatas y una chuletas de cerdo y los tres comieron un poco en la barra para seguir hablando.

Nicolás les pidió permiso para volver a visitarlos acompañado de su amigo Marcelo, por si acaso no funcionaba lo de la gestoria. Pensando en que al ser jóvenes Luis y Rosa, podrían asesorarles sobre sitios y formas, aunque se temía que la solución era solo una mujer inmigrante. Ninguna española sin haberle conocido nunca querría tener conversación con un hombre.

Solo la mujer inmigrante que llegaba a plena aventura y en deseo de instalarse en un nuevo país, como mejora económica social y de todo tipo, estaría dispuesta a ponerse novia con un hombre, que ya no cumpliría los setenta y cinco. Era una realidad. 

Nicolás anuncio su retirada de la reunión apretó fuertemente la mano de Luis y mejilleo con sendos ósculos la cara de Rosa. Un poco babosos le resultaron a ella estos arrumacos amistosos.

En la primera viajera volvió a su pueblo con la decisión clara de acompañar a su amigo en la aventura, pero no fue a buscarlo, preparo su coche limpiándolo, mirando los niveles de aceite y lleno el radiador de agua con anticongelante, comprobó que tenia una correa del ventilador de repuesto y lo dejo todo a punto para la excursión del día siguiente. En el fondo el quiso llevar su coche para tener mas autonomía por si lo de la semana se le hacia demasiado larga  o podían alguna noche escaparse a algún pueblo cercano que aun estaban de Ferias.

Hecho un bote de leche condensada y una lata de jamón cocido. No quiso echar nada mas para no molestar a su amigo. Paso a su casa y se acostó pronto incluso sin dedicar su consabida sesión diaria de lectura.

Rosa y Luis a la noche, durante la cena, hablaron mucho de lo que les había pasado. Era algo curioso sorprendente y hasta un reto. No sabían que pensar y opinaron que un tema anecdótico que se acabaría en ese único encuentro.


IV
La mañana llego pronto Marcelo había madrugado con intención de preparar bien el remolque enganchar a la Trepadora con sus atalajes, echar una arroba de blanco y todo lo necesario para hacer una semana en la huerta. No supo que hacer con los aperos y decidió dejarlos en la caja, hecho un segundo azadón con el astil un poco suelto, pero ya lo pondría en agua. Seria divertido que los dos cavaran juntos los tomates y a Nicolas esto que no habría hecho nunca, seguro que lo entretenía.  Se le hizo de día  a Marcelo y apresuro las cosas para llegar a la plaza.

Trepadora y su carro rojo entraban por el sureste a la plaza, en el pescante a cuerpo descubierto estaba Marcelo con su boina calada, una camisa de cuadros y un pantalón oscuro, con sus abarcas.
Por el norte el ruido del seiscientos se acercaba tembloroso. Se saludaron y Trepadora inicio el camino hacia la huerta.

No tardaron mucho en llegar, aunque a Nicolás se le hizo eterno, menudo calenton se había llevado el cochecete, y como se había puesto de polvo por todos sitios, pero fue su gusto ir con el coche.

Se bajaron de los vehículos y Marcelo miro a Nicolás de arriba abajo, con camisa polo pantalón de milrayas y alpargates de cáñamo de rejilla. Pensó menos mal que me traído de todo en el hato y hasta un sombrero de paja.

--Oye Nicolás cuando veníamos por el camino he pensado si seriamos dos quijotes modernos, pero todos los que pasaban por la carretera bien que nos han pitado. Quien será Don Quijote y quien Sancho, porque Rocinante será la Trepadora, o no.

En esta conversación se andaban mientras bajaban del remolque la arroba, un par de costales y un arca pequeña. Los aparejos y herramientas, los dejaron allí, Nicolás saco las cosas del vehículo y lo pasaron todo a la casa. Marcelo lo miraba de reojo, no le había gustado que trajera nada, pero si era su gusto. Dejo después que Nicolás observara detenidamente todas las características de la casa y de la huerta, los tomates, dispuestos para ser cogidos de las matas, las vallas, el espantapájaros el pozo con su carrillo, su soga y su cubo.

Cogió tres o cuatro tomates de un mata y lavándolos en el cubo del pozo los partió con la navaja, del vasar de la chimenea alcanzo un tarro con sal y una alcuza para aderezar el tomate. De una garrafilla de media cuartilla apuro un jarrete de vino blanco y del costal mayor, saco una latilla de anchoas que abrió a punta de navaja. Todo colocado para almorzar, espero que volviera Nicolás.

Al rato y en vista de que Nicolás no pasaba a la casa, Marcelo comenzó a pensar si no estaría a gusto su amigo, salió al porche y lo llamo en voz alta.
-- Nicolás vente que vamos a almorzar un poco.

Nicolás llego, con la sonrisa un poco forzada, y se sentaron ambos en sillas bajas de enea, para pinchar tomate y anchoas y echar unos tragos. En el ultimo trago de blanco después de haber rrebañado el caldillo del tomate. Nicolás miro a Marcelo y le dijo.
--Yo también.

--¿Que quieres decir? Te he notado raro esta mañana. Y no se que quiere decir, esto que me dices.

-- Te lo explicare que es lo mas fácil y seguro que lo entiendes. La otra noche cuando me hablaste de Barcelona y de Sevilla, yo me sentí ilusionado. Pero ayer descubrí que lo que me hace verdadera ilusión, una nueva razón para seguir adelante, es lo de tener novia.
Algo que al principio de tu decirlo me resulto extraño me ha llenado el pensamiento. Escucha lo que me paso ayer en una escapada que tuve a Alcázar de San Juan.
Por eso esta mañana estaba un poco distraído y no sabia como encontrar el momento para contártelo.

--Marcelo levanto los brazos al aire -Nicolás se asusto un poco- diciendo, vociferando. Espléndido, estupendo. Te contare yo lo que me pasa y te propongo lo que vamos ha hacer. Ayer tuve un recado de mi amigo el gestor, diciéndome que hoy fuera a verlo hoy mismo con el asunto de mi novia.
Si te parece nos quedamos aquí esta mañana y a primera hora de la tarde bajamos con tu coche a la gestoria, para ver mis noticias y le hablamos de lo tuyo.

             --Caspita cuando deje de apretar el solano, nos vamos. Como que caspita, Nicolás que fino te has hecho, cojones que nos vamos a buscar novia los dos sople el solano o sople el abrego, que mas nos da.
Por cierto he pensado que para comer podíamos acercarnos al río a cazar unos cangrejos   y hacer una sopa de cebolla.
--Tienes cangrejera..............

Por el camino de la huerta hacia el rió van,  cantando pasodobles y canciones populares.

Las de Membrilla
Y las de Manzanares
Salen todas regulares.


De Valdepeñas el vino;
y el aguardiente del Moral;
y "pa" mujeres bonitas.
Santa Cruz y la "Calzá"

Mira una que cantaba el poeta, en el frente de Madrid.
¿Quién Miguel Hernández?
Si hombre si, Escucha. Aunque creo que es una versión que hicimos luego.

Manchegas generosas
nietas y nietos de Valdepeñas.
Dar a los verdugos fosas
antes de que fosas os den.

Parid y llevar ligeras
hijos a los batallones.
Vino a las trincheras
amor a los cañones.


Sembrada esta la simiente
vuestros vientres darán.
Cuerpos para la libertad
y mentes blancas  como el pan.


V

Miguel levanto el teléfono con nerviosismo.

--Hombre Luis eres tu. Que tal te va, oye me has hecho las 20 fotocopias de las escrituras de la herencia de los sobrinos de Doña Rosario. Hombre hazme el favor de llevárselas a Juan Carlos el del Banco que el me las trae para el expediente y luego yo se las hago llegar y ponle encuadernadores y archivadores.

--Pero Miguel escúchame hombre, escúchame. Ya he tomado nota de todo, no te preocupes le llevare los papeles al banco y todo lo demás.
Mira te he llamado porque ayer nos paso a Rosa y a mi una cosa mas que curiosa, divertida, y he dicho voy a ver que sabe de esto Miguel. Porque a mi me habías hablado de un vejete de tu pueblo, que no es el tipo que nos lloro en la copistería. Seguro estoy de ello.
Es que no hay hogar del pensionista en tu pueblo. O es que han cerrado el barrio de Tomelloso.

--No seas cachondo Luis. Jajajajaja. Ya se de lo que me hablas es que son dos amigos de juventud que vivieron en la guerra y la república juntos y ahora el tiempo los ha vuelto a reunir. Pero no es ninguna epidemia. Me contaron que había venido Nicolás, yo no lo conozco, podría ser mi padre y casi mi abuelo, pero sus andanzas y sus mitos si me habían llegado.
Mira he quedado con Marcelo para hoy, pero no lo voy a recibir hasta la tarde, para hablarle de aquella muchacha cubana que me contaste. A ver si le interesa conocerla, pero seguro que se presenta con Nicolás.

--Esta bien Miguel a las 8 de la tarde estoy en tu oficina y hablamos de todo con ellos. Estos viejos pillos seguro que se arreglan con las mujeres cubanas y nos dejan en paz a todos.

VI

--Que rica la sopa de cebolla, como la has hecho Marcelo, me ha  vuelto a la niñez, sus sabores, me acuerdo de una tarde de invierno con olor a sarmientos tenia el mismo sabor el mismo calor y regocijo. Que rica que me sabido. Que mala suerte hemos tenido con los cangrejos, solo siete y no son gran cosa.
-- Con los cangrejos lo que vamos ha hacer es esta tarde cuando bajemos al pueblo dárselos a Juanin en su bar para que prepare una buena olla que hace todos los sábados con los cangrejos que durante la semana le vamos dando unos y otros. La tarde del sábado los pone al publico y a veces hay cangrejos para medio pueblo, pero en esta época suelen cazarse poco. 

            --Has oído en el parte, me ha sorprendido que estén otra vez a vueltas con el asesinato de Trosky. Mercader lo mato con un piolet, en su fortín de México hace cerca de cincuenta años y el estalinista español, murió hace algo mas de 10 años, nunca abrió el pico, ni en las cárceles mejicanas, ni en los exilios moscovitas o habaneros.

Yo conozco muy bien el tema, porque con la transición Luis Mercader el hermano Ramón, volvió a España y coincidimos muchas veces en algunos lugares, para mi era una tarde mas hasta que descubrí que este era hijo de Caridad del Rió, la estalinista, aquella que antes de la primera guerra, ya se atrevía a volar en avión. La de aquella frase histórica de las luchadoras españolas. “ Yo solo sirvo para destruir el capitalismo, no para construir el comunismo”

Si todos hubieran pensado así.........

Claro, Luis era uno de los niños de Rusia, lo que conocía era de primera mano y privilegiado. Pase muchas horas charlando con el, en los primeros días que llego a Madrid, fue un personaje, pero a los dos meses no lo conocía ya nadie y se refugio en un café que yo frecuentaba, seguimos hablando mucho tiempo, de todas las cosas de estos malogrados cincuenta años. A veces se entrevistaba con la actriz Sara Montiel, nuestra paisana que accedió a tratarme junto a Luis por mi origen manchego e ideológico, cuando Sara había estado en México haciendo cine, visito varias veces a Ramón Mercader en la cárcel, acompañando a personas cercanas a círculos comunistas.

Yo creo que Luis estaba dispuesto a escribir un libro sobre su vida y rescatando la figura de su hermano, para borrar su imagen de seductor y agente soviético. Siempre lo vio como un hombre muy de su tiempo enamorado de Nueva York. Nunca podría saber como ocurrió y porque mato a Trosky.

--Nicolás, cuanto has vivió en Madrid. Ahora vamos a preparar para ir al pueblo y ya vendremos a hacer noche.

Cogieron las llaves de la casa y tirando de la cuerda de la puerta hecho la llave Marcelo, se subieron al coche y puesta la radio comenzaron a caminar hacia el pueblo. El camino se convirtió en carretera y esta en calle, las campanas de la iglesia volteaban como avariciosas de comerse el aire de la tarde en sus enormes bocazas.

--Sabes a que tocan las campanas, Marcelo.

--Creo que a muerto, pero nos se que tipo de muerto, creo que es a transito de gloria. Eso es que debe de haber muerto algún recién nacido. Es un toque que solo se oye de allá para cuando y a veces me confunde con otros de muertos, el pueblo hay por lo menos cinco o seis toques de campanas relacionados con los muertos. Ya ves lo que es la vida de los pueblos.

--Buenas tardes, como me dijo vd. Que volviera hoy, aquí estoy con un amigo para ver a Miguel.

--Muy bien, siéntense un poco, porque don Miguel hasta las ocho y media no puede recibirle.

--No nos vamos y ahora volvemos a la hora de la entrevista.

Nicolás y Marcelo, no podían imaginar la sorpresa que les esperaba en el despacho de Miguel. Y pasearon un poco para hacer hora.

VII

--Luis, vas a echar gasolina en Barataria o tendremos que empujarle a este trasto para poder subir la cuesta del Bernardillo.
-- Bueno, bueno Rosa, déjame o mejor conduce tu, que vas mas tranquila y vamos mas seguros.
--Si anda bájate, que me ponga yo al volante.

Rosa y Luis caminaban a su cita con Miguel acompañados de Ofelia y Amparo del Río, las hermanas cubanas que esperaba Miguel para presentar a Marcelo.
Las hermanas del Río, vivían hacia diez o doce años en España, vinieron con poco mas de treinta cumplidos, para cantar a dúo en las orquestas de música de baile. Trabajaron en toda la costa del sol y la costa levantina. Se Presentaron en Madrid y Barcelona en las salas de baile.
Incluso en los primeros años ochenta, aquellos que decían del pelotazo, y la movida, grabaron un maxisingel con pregones, guajiras y boleros cubanos, que pincharon repetidamente en radio 3 y cantaron repetidas veces en las fiestas populares. “Las del Río. Música del caribe”. Decían los carteles que anunciaban sus espectáculos,

Ofelia y Amparo tenían mucha suerte, cuando no trabajaban de artistas, lo hacían en las orquestas, o en grupos de baile caribeño, incluso daban clases de salsa  y otras especialidades en una discoteca con la que llegaban a un acuerdo con el dueño, bueno en realidad en varias, ofreciendo sus clases  por los pueblos.

Ingresos no les faltaban y viviendo juntas como solteras aun menos, se permitían el lujo de mandar, todos los meses una buena cifra de dólares a Cuba para proteger a su familia, a su madre y a la hija que tuvo en su juventud en Cuba, la nena tenia ya 15 años y necesitaba muchas atenciones
*
Tocando a animas en las campanas de la iglesia, los siete sentaban en el despacho de Miguel.
Los primeros momentos fueron de respetuoso miedo a la desconocido, Nicolás estaba superado por la situación, Marcelo claramente ilusionado. Ofelia y Amparo a las que Luis y Rosa les tenían explicada toda la situación, rectas en las sillas sonreían atentamente a todo lo que ocurría.

Miguel los saludo a todos y con animo de acelerar la situación, dijo. Bueno como todos sabéis, yo aquí estoy haciéndole un favor personal a mi amigo Marcelo y no tengo nada que ver en ningún otro aspecto en esta reunión, Mi único propósito es que Marcelo conozca  a las hermanas del Río, de las que recuerda sus canciones en la radio y en los discos.

Luis y Rosa después de saludar a Nicolás que mejellio a Rosa como si fuese su sobrina, dijeron que tenían que hacer unos negocios en el pueblo y que tardarían un rato antes de irse. Nicolás agradecido por lo del día anterior, les dijo que se dedicaran a sus cosas sin ningún problema que el mismo y Marcelo acompañarían a Ofelia y Amparo a su pueblo y a su casa.

Miguel se levanto como un rayo. Mi función esta cumplida Marcelo ahora el tema es tuyo y de tu amigo.

Los cuatro salieron del despacho y comenzaron ha hablar mucho, Ofelia hablaba con Marcelo de la isla, de Cuba de las gentes de la vida con Fidel, de su familia de sus antepasados, del recuerdo sentimental que tiene aun el cubano sobre el colonialismo español, y Marcelo escuchaba boquiabierto, las descripciones de los paisajes, la vida del puerto y los cafés. El trabajo en las plantas tabaqueras, el liado de cigarros y la lectura de periódicos. Marcelo no tenia palabras, solo ojos para mirar la exhuberancia contenida de Ofelia y oídos para escuchar la musicalidad de sus relatos.  

Nicolás y Amparo, hablaron de música de actuaciones de, la vida de los artistas de la vida en las discotecas y los hoteles donde Amparo trabajó. Nicolás que era gran conocedor de la noche madrileña alardeaba con ella de su conocimiento que impresionó a la cantante. Nicolás asimismo ensimismado, llamo a Marcelo que estaba a su lado.

--Marcelo tendremos que cenar algo, porque ellas igualmente tendrán hambre.  Te parece que vayamos al sitio ese donde ponen los cangrejos que algo tendrán para picar y si no que nos hagan unos huevos revueltos con pimientos y patatas.

Las hermanas quisieron excusarse pero la insistencia de los dos amigos, no tuvieron mas opción que aceptar. Aun así Ofelia apunto, si tomamos algo y nos retrasamos Luis y Rosa se van a marchar sin nosotras y habrá que ver si nos volvemos a casa o hay aquí donde dormir.

Marcelo ofreció su casa, una casa grande y bien situada y les propuso darle la llave a ellas y irse ellos a casa de Nicolás o a la huerta que estaba sola la Trepadora y tenia sus necesidades de alimentación y limpieza.

Aclarada la situación llegaron al bar y bebieron vino con sifón, mientras comían calamares, careta, chorizos y morcillas. Juanin tenia de todo en el bar y ellos pensando en el revuelto de huevos.

Ofelia explicó a sus amigos que ellas eran biznietas bastardas de un alto mando militar español que abandono la isla con los sucesos de 1898, que su familia nunca quiso hacerse eco de esta circunstancia, pero eso justificaba su escaso mestizaje. A ambas les hubiera gustado buscar la pista de su tatarabuelo, pero ya después de tantos años en España  perdieron el interés.

VIII

Pasaron juntos toda la semana que Nicolás tenia comprometido con Mauricio estar en la huerta. Nicolás tuvo que volver a Madrid y encontró un trabajo estable para Amparo, como cajera en una wisqueria de la calle Orense, cercana a su portería.

Marcelo y Ofelia se siguieron viendo durante unos meses con la especial ayuda de Luis y Rosa que los recogían de sus pueblos y los llevaban a bailar a las discotecas mas marchosas de la comarca. Ofelia pasaba temporadas en casa de Marcelo, cada vez con mas frecuencia.

Y alguna vez fueron juntos a visitar a Nicolás y Amparo. Pero Marcelo prefería quedarse solo en Villarrubia cuando Ofelia se acercaba a ver a su hermana en Madrid.

Marcelo todas las mañanas se encontraba con Servula como de costumbre.

--Buenos días
--Buenos días Marcelo, que bien te veo le dijo Servula.

Marcelo aprovecho la ocasión para explicarle a Servula que estaba pensando en casarse con Ofelia y le pidió que le ayudara a atender la casa, porque para el era mucho lió con la huerta los animales y todo los demás y Ofelia no estaba a acostumbrada  a las costumbres de las casas grandes de los pueblos. Al fin y al cabo ara artista y quería ayudarle con la huerta a Marcelo.

Servula que había albergado aun las ultimas esperanzas en su pecho de conquistar a Marcelo, hizo un esfuerzo para sobreponerse, tragando una de las salivas mas amargas de su vida. Pero su pasión cincuentenaria  por Marcelo le obligo a aceptar aquella propuesta. 

--No te preocupes Marcelo, a partir del día uno dejo la casa de Doña Mariana la maestra y me dedico a la tuya que buena falta le hace, y si hay que prepararla para boda, dímelo con tiempo que no quiero yo que nadie piense que vas a ser un Adán, que una cosa es la vida de soltero y otra la de hombre casado. 

Marcelo paso dos o tres días sin ir a ver a Ofelia y dándole vuelta a aquella conversación con Servula. Una tarde cogió la viajera para Alcázar y se presento en la tienda de Rosa. La mejilleo y le dijo que quería casarse con Ofelia y que le gustaría que Luis y ella lo aconsejaran y fueran uno de los padrinos para que el otro fuera o Nicolás o Amparo.

Rosa llamo a Luis por teléfono que andaba como siempre sirviendo pedidos y a su vuelta hablaron con Marcelo detenidamente.
La idea de Marcelo en esta entrevista fue pedir opinión a sus amigos y casi hacer un acto de pedida de mano de Ofelia o de consentimiento de los amigos. Luis le explico a Marcelo la vida de estos años, la difícil relación intergeneracional, las necesidades de los países no europeos, tanto económicas como sociales. Le puso de ejemplo a su amigo Nicolás que vivía desde pocos días después de conocerse, felizmente con Amparo, cada uno en libertad y respeto, pero con independencia económica y sin compromiso alguno.

Rosa le hablo abiertamente a Marcelo, de lo difícil que es que prenda la llama del amor en cuerpos ya secos por el paso del tiempo, y que las grandes diferencias no son tanto de la edad sino como de las necesidades de situarse en la vida con los suyos que tiene cada uno. Marcelo escucho con atención todas las opiniones de Luis y Rosa y dio muestras de comprender perfectamente lo que le decían. Pero aun así expuso a continuación sus sentimientos y su ilusión por Ofelia.

No satisfecho de sus explicaciones Marcelo, a los pocos días escribió y envió la siguiente carta a Luis y Rosa.

Estimados amigos Luis y Rosa.

Espero que al recibo de la presente, os encontréis bien Dios mediante, aquí bien. Os escribo estas cuatro letras para explicaros después de escucharos, cuales son mis intenciones respecto a Ofelia del Río.

Probablemente mis mejores amistades hoy seréis vosotros y el entrañable Nicolás, yo he tenido una vida larga y difícil que quisiera resumiros brevemente para que comprendáis mis intenciones.
En mi pueblo Villarrubia de los Ojos del Guadiana, han pasado siempre muy pocas cosas de importancia, la raza de toros Jijones que desapareció poco a poco después de dar toros a los mejores festejos y los líos de Pedro Girón que murió aquí a finales del siglo XV cuando tenia que casarse con la que luego fue Isabel La Católica.
            En los mas oscuros recuerdos de mi familia, se remonta este hecho. El caballero Girón preño a mi tatarabuela de hace 18 generaciones, naciendo un vástago bastardo que fue criado a las afueras de la villa, Pedro Giron testifico y murió en Villarrubia, pero mi familia quedo con la crianza que paso de generación en generación. Durante estos quinientos años ha habido momentos de todo, cuando el bastardo de Colon, su hijo Hernando el de la cordobesa, vino por aquí haciendo la Cosmografía. Conocía el tema y visito a mi familia. Igualmente paso con Juan José de Austria, el prior sanjuanista hijo de la actriz Maria La Calderona.
Esta situación tuvo otros momentos angustiosos durante las dos ultimas centurias. En mi casa de la que soy el único descendiente, esto se ha vivido, seguramente de manera equivocada, como una peste.
En los primeros años del siglo mi abuela y mi madre vivieron como de luto permanente. 
Mi tío soltero, ya que  solo se casaba un miembro de cada generación, decidió destacar en los sindicatos católicos. Dado el futuro de España que se preveía. Siendo yo un niño se me inclino a formar parte de los movimientos de clase obrera y a militar en las juventudes libertarias.
El resto de las cosas de mi juventud las conocéis a través de nuestra relación con mi amigo Nicolás. Mi tío fue paseado y con la perdida de la guerra como único varón de la familia y por la declaración de algún terrateniente se me respeto la vida, condenándome en vida ha hacerme cargo de la hacienda y no poder salir libremente de Villarubia.
Ciertamente a mi no me condeno nadie , fui yo solo quien se retiro a la huerta, quien abandono las relaciones con las amistades y se aparto delas mujeres del pueblo.

He vivido mas de cuarenta años avergonzado de mi mismo, esforzándome por producir los mejores tomates, pimientos, berenjenas  y melones de todas estas tierras.
Nadie sabe que he vivido miserablemente con el producto de la mitad de la cosecha. La otra mitad la he vendido y la hecho llegar mediante Mujeres Libres, una organización de la época republicana, a los núcleos de mujeres antifascistas que lucharon en el frente de Madrid.
Una de aquellas marcho al exilio con el fruto nonato de nuestro amor, estuvo en los campos de concentración franceses y alemanes, nació nuestro hijo. Pero no he podido desde 1940 tener noticias de ellos. Mis envíos a Mujeres Libres durante años y a CNT en Paris después fueron siempre bien acogidos, pero no he podido saber si ellos viven y como se encuentran.
Mi otro hijo, el que todo el mundo conoce, esta fuera de mi alcance como padre, hasta el punto de que solo hablo con mi nuera cuando me pide dinero poniendo de excusa a mi nieto Dimas, que debe haber hecho la comunión diez o doce veces. Si algo consigo guardar de mi hacienda, será directamente para este nieto, al que prácticamente no conozco, según reza ya en mi testamento.

Como veis nada me puede hacer mas daño en la vida, se que Ofelia tiene una hija sin padre y esa situación me reconcome, necesito contribuir, a la vida de esa niña. Pero Ofelia no debe saber nada de esto nunca, si así fuera se aprovecharía de mi ñoñeria.
Creo que ahora entenderéis mi necesidad de casarme con Ofelia y se que series respetuosos conmigo.

                                                                                                                      Vuestro amigo. Marcelo

Luis y Rosa volvieron a leer la carta dos o tres veces, quizás impresionados por las declaraciones de Marcelo o deseosos de retenerla en la memoria y deshacerse de ella quemándola.
Sin palabras los dos no comentaron mas el escrito y Rosa, lo quemo con un mechero que llevaba siempre en el bolso.
Esperaron a que llegara el sábado y reunieron a Ofelia y Marcelo como si no pasara nada. Luis en un apartado le dijo a Marcelo que esa noche era un buen momento para que se declarara y la pidiera en matrimonio.

IX

Marcelo, nervioso y preocupado cumplió su deseo que se vio recompensado con la conformidad  de Ofelia.

Se hicieron los preparativos de la boda, del convite y la tornaboda. Marcelo no quería ser muy generoso en el vuelo económico de la celebración, sobre todo por no despertar la liebre del capital que custodiaba.
Se casaron en Villarrubia y cenaron en casa de Juanin, de manera muy intima, les acompaño Miguel, Nicolás y Amparo, Rosa y Luis. Nadie mas quiso invitar a la boda Marcelo a los de su pueblo para que hablaran con razón, y a los de otro sitio porque no tenían relación suficiente con la pareja. 

Comieron, bebieron y rieron mucho. Bueno mucho, lo propio de su estado y edad. Nicolás y Amparo lo pasaron estupendamente, le habían pedido a Marcelo la llave de la huerta y después de la juerga fueron allí a dormir, especialmente para dejar libre la casa de Marcelo y porque la de Nicolás estaba cerrada tanto tiempo que no pudo ni abrir la puerta para entrar. 
*
Servula ceno copiosamente, sola , eso si en casa de Marcelo. Se revistió poniéndose un delantal blanco con muy poca puntilla, tenía azuzada la lumbre con una olla de agua caliente. Había limpiado y preparado el mayor de los calentadores de la casa. Vivo el fuego de las ascuas para calentar la cama cuando llegaran, incluso preparo para la ocasión, un poco de cortezas secas de frutas e incienso para perfumar la alcoba y la antealcoba antes de acostarlos.

Sus ojos se cobraban poco a poco el teñido color morado, como la gitana, de llorar. La boda del hombre que hubiera querido para ella,.......Y aun así cumplía su encargo de ama de llaves con un celo impoluto, era una mujer sin hiel en el cuerpo, como podría ser mujer de un hombre con su orgullo. 

Mancho de lagrimas un par de pañuelos y atuso la turca montada en la antealcoba para su reposo. Lo tardío de la noche y el cansancio del exceso de trabajo del dia le obligaron a dar unas cabezadas. De madrugada llegaron los novios y Servula que tenia un sexto sentido, se despertó con tiempo suficiente para lavarse un poco, perfumarse y peinarse, para salir a recibirlos al portal.  

--Buenas noches y muchas felicidades señora.
--Buenas noches y muchas felicidades señor.

Desean que les caliente la cama y les perfume la habitación. He dejado junta ala jofaina un perico grande y en la mesita hay agua de azahar. Si necesitan algo estaré en la antealcoba.

--Muchas gracias Servula como tu lo hayas dispuesto, estará todo bien.

--Para desayunar, he preparado chocolate y haré unos churros, a que hora debo servir el desayuno.
--A las 11 Servula a las 11 muchas gracias por todo dijo Marcelo y se retiro con Ofelia al tálamo.

La vida de los recién casados se desarrollaba con alegría y Servula, estaba siempre atenta a las necesidades de Ofelia y de Marcelo. Ambos trabajaron la huerta durante los primeros meses y Ofelia le pidió Marcelo que comprara un vehículo familiar para ir a ver a su hermana y a Nicolás.
 Al principio Marcelo viajo con Ofelia a Madrid varias veces pero el prefería quedarse en la huerta trabajando o simplemente contemplando la sierra mientras ella visitaba a su hermana.

Una noche volvió Ofelia de Madrid  con el rostro brillante iluminado de ilusión, había vuelto a encontrar con su hermana a un promotor que les ofrecía volver a cantar boleros y grabar un nuevo disco, lo había conocido en la wiskeria donde su hermana trabajaba de cajera.

Marcelo no estaba  a gusto con aquella situación y aunque conocía que Ofelia todos los meses le arrancaba parte de los ingresos para mandarlos a Cuba, le propuso que se olvidara de la vida artística y trajera de Cuba a su madre y a su hija. Ofelia lo pensó durante muchos días y decidió que seria una buena idea traerla a vivir a España, pero no a Villarrubia donde pensaba que la vida de su madre seria muy angustiosa y escasa de posibilidades la vida de su hija.

Marcelo con tal de no perder la oportunidad de contribuir al bienestar de la niña, acepto a comprar un apartamento en Madrid para que vivieran allí la madre y la hija de Ofelia y pudieran ser visitadas por esta y su hermana. 

Se puso en contacto con Nicolás a quien le contó su propósito, en una reunión que mantuvieron solos sin que nadie lo supiera. Nicolás conocido el propósito le recomendó encarecidamente que no hiciera eso, que para ello tenia que vender casi la mitad de la hacienda y quedarse solo con la huerta y la casa del pueblo.

--Además Marcelo, tu principal propósito aun no viene ni anunciado y si sigues así tu heredero solo heredara tu chaleco de madera, y el esfuerzo de tu vida no habrá servido de nada. Creo que en todo caso debes alquilar y no tomar una postura tan definitiva.

Marcelo angustiado como nunca por la situación busco consejo en Luis y Rosa que coincidieron ampliamente con Nicolás
X

Una anochecer Marcelo pidió a Servula que los dejara solos en la casa, esta se extraño mucho de la circunstancia, pero se marcho a su casa ya cerrada desde cerca de un año. Las palabras de Nicolás de Luis y de Rosa, estaban mas frescas que el día de las conversaciones, Marcelo tenia decidió lo que quería hacer y solo le quedaba soltárselo a Ofelia que no sabia como se lo iba a tomar. 

El ruido del motor se detuvo en la portada de la casa, Ofelia venia de Madrid como casi todas las noches y entraba muy bien vestida y perfumada por la cancela, ya traía puesto otro vestido nuevo con bolsos y zapatos a juego y bamboleaba las llaves del coche en la mano izquierda.

Marcelo se acerco a ella para besarla y Ofelia puso la mejilla izquierda, pensaba que él no se había dado nunca cuenta, pero él acostumbrado al campo sabia que además del perfume el aliento, de su boca olía a wisky. Y de sus manos se desprendía un olor sordo potente que la obligaba a lavarse con mucho jabón en cuanto que entraba en la casa. 

Marcelo nunca quiso pensar en los locales de carretera que abrían sus puertas a primera hora de la tarde en la carretera de Madrid, incluso cuando hablaba con Nicolás nunca le preguntaba cuantas veces veía a Ofelia de las tantas tardes que ella viajaba para ver a su hermana.

Se sentaron los dos a cenar, Ofelia ni siquiera hecho de menos a Servula, simplemente comió del plato y miro a su marido. Él apenas probo bocado, solo bebió unos sorbos de agua antes de comenzar ha hablarle su mujer.

--He pensado mucho lo que hablamos el otro día de comprar un apartamento en Madrid para que vengan de Cuba tu madre y tu hija. Incluso he hablado con Nicolás para que empieza a buscar algunas oportunidades, porque yo realmente solo se plantar tomates y me pierdo en todas esas cosas de la gran ciudad.

Pero he pensado aun mas sobre este asunto, y veo que desde que nos casamos, tu forma de vida a superado a la mía en todos los sentidos, y no es que este a disgusto contigo, he gastado en tus caprichos y tus envíos mucho mas que en cualquier otra cosa a lo largo de toda mi vida.

Tu deseo de reunir a tu familia me parece muy respetuoso, y tu idea de que vivan en Madrid, claro a mi cargo, me parece también muy oportuna por tu parte. Incluso que vuelvas al mundo del espectáculo con tu hermana, siempre será mejor que andar por wiskerias y los cabaret aunque sea de cajera.

Todo es para mi un proyecto posible y que estoy dispuesto a acometer.

--Aaaa cariñito, lo que te quiero que bueno eres conmigo. Pronuncio Ofelia mientras masticaba ampliamente unas chuletas de cordero.

-- Ahora quiero repasar contigo como marido y mujer, en que ha cambiado mi vida desde que nos casamos, cuanta felicidad has traído a mi casa y en que situación nos encontramos.

--Aaaa cariñito, lo que te quiero que bueno eres conmigo.

Desde que entraste en mi casa, mi hacienda a disminuido prácticamente a la mitad y tenemos un coche que yo no he conducido nunca y solo habré subido en el diez o doce veces a lo sumo. En tu armario solo hay tres o cuatro vestido aunque compras mas del doble cada mes. Las joyas y relojes de los que te has encaprichado se te pierden sin solución de encontrarlas.

En mi armario están los dos trajes de siempre las misma camisas y los mismos pantalones. Tengo en el bolsillo sin correa el antiguo reloj de mi padre y sigo sin fumar, beber o jugarme los cuartos como algunos a puerta cerrada en los bares. Bien es verdad que me has traído unas gorras de colores chillones con letras que no se pueden leer y grandes viseras, que yo he ido arrinconando, porque con ellas puestas ni siquiera crecen las plantas del tomate si me ven.

--Aaaa cariñito, lo que te quiero que bueno eres conmigo.

En su día te dije que compraría el apartamento de Madrid, y lo voy hacer. Pero lo mas importante de mi vida contigo era tener un hijo, un heredero de mi estirpe, y no creo que pueda ni estar anunciado la posibilidad de tener un hijo juntos, tomas demasiadas píldoras de todas clases y cuando no te duele la cabeza, no son días propicios o has tenido muy mala tarde. En fin desde que casamos solo hemos podido intentarlo media docena de veces, con mas prisa cada vez y muy poca dedicación. También es cierto que no me puedo quejar de tus caricias de tus atenciones de tus arrumacos y tus coqueteos. Todos me resultan mecánicos, a destiempo y para pedirme cinco mil duros mas cada vez que te acercas a mi cuerpo. Alguna vez he pensado si seria una tarifa.

--Aaaa cariñito, lo que te quiero que bueno eres conmigo.

Ofelia ahora es mi momento. Te compro el apartamento, solo cuando firmes los papeles del divorcio.

--Aaaa cariñito, lo que te quiero que bueno eres conmigo.

--Aaaa cariñito, lo que te quiero que bueno eres conmigo.

Ofelia se levanto de la mesa, fue a lavarse mecánicamente las manos y desde lejos se dirigió a Marcelo. No tardes mas de un mes en preparar los papeles, que se acaba una oferta de viajes de Cuba y por el precio de dos, se puede venir también Eliades, mi novio el padre de la niña.

XI

Marcelo se quedo descompuesto, se levanto de la mesa y miro hacia el tálamo, las lagrimas sin ruido solo con sabor amargo de caballero español, le bañaban en cascada las mejillas, incluso mojaron el pecho de su camisa blanca.


Se dio la vuelta y sombrío sin sentido salió a la calle, como si se hubiera levantado mas temprano que ningún día dirigió sus pasos a la iglesia. Absorto recordó su vida, en un mismo momento pasaron por sus ojos las peores balas de la vida. Su cuerpo se paro a unos metros de la casa de Servula como hacia antes cuando caminaba a ver a las beatas.

Que pensaría ella de todo esto, echarla de su casa para hacer esto, habiéndose portado como nadie se había portado con el en la vida.

Estuvo unos minutos pensando si llamarla para hablar con alguien de su desgraciada vida de hombre casado. En el pueblo todo estaba prácticamente a oscuras solo algunas lámparas en las esquinas de las calles, en la noche no quedaban ruidos de ninguna clase, a lo lejos algún coche en la carretera, los ladridos de un perro en los corrales del ayuntamiento y el percutir de sus pies sobre el adoquín que pisaba como avanzaba hasta la puerta de Servula.

Al final levanto el brazo y llamo a la puerta con la mano abierta, dos golpes la primera vez y otros dos la siguiente. Pasados unos minutos Marcelo se dio la vuelta para abandonar su desesperado intento de buscar el amor.

--Marcelo. ¡Te están engañando¡

Sonó la voz clara de Servula desde el portal de la casa, con la puerta entreabierta y a oscuras. Marcelo se volvió en un ultimo aliento de recuperar la ilusión por la vida. Servula, como nunca, recién peinada y perfumada, vestida con una bata de grandes flores y la mirada brillante le invito a pasar.

En voz baja le susurro al oído, si no podemos tener ningún hijo, recogeremos a Dimas.


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