Tercer brindis por el primer centenario de la calle Emilio Castelar.
La primera
sucursal bancaria se abrió en Alcazar en 1928, en el edificio de Benito Úbeda,
donde luego estuvo el memorable Cine Alcázar. Esta calle tuvo una docena de
sucursales y alrededor de ellas, bares y cafés para calmar el ansia y celebrar
las operaciones.
De los bares
mas antiguos y desaparecidos de la calle tiene para mi especial predilección,
Casa Federico, “La casa del Vermu” con su azulejería sevillana, su barra de
zinc y su salón en altillo al fondo, con ventanas a la ermita del Cristo de
Villajos. En verano competía en terraza con su vecino “Pepe Luis” otro de los
bares emblemáticos de la calle, donde se vendía vino a granel en la misma
barra. Enfrente El Brillante de los sesenta, o los Hermanos Gómez que sustituyo
“al del Vermu”. El Trébol también desaparecido, o la Cervecería Alemana, de
1930, sin querer nombrar los míticos locales de la zona de la estación.
En el tramo
cercano a la plaza, los bares no han tenido nunca buen lugar, seguramente en
respeto a las tabernas de la plaza que la salpimentaron durante todo el siglo.
Pero no fue este el fenómeno de los aledaños de la Castelar , que se
salpicaba de las clásicas tabernas, bodegas, licorerías y botillerías; unas
justificadas por el mundo obrero alrededor de la estación, donde recalaban los
trabajadores al final de la jornada para “refrescar”, La Campera , el Sotanillo,
Telaraña, A la vuelta lo venden tinto. La antigua de El Acabose o la Perla. Otras
relacionadas con el ocio juvenil y los bares nocturnos especialmente en el
ultimo tercio de siglo, desde que en 1969 en el rincón de la calle Ferrocarril
se abriera la sala de juventud Impala, que luego fue seguida de otras de todo
tipo en la misma zona. De todos ellos el que abrió una etapa generacional y
social en Alcázar, fue el que resulto pionero en muchos aspectos y con el
romántico nombre de Arcadia, apareció en la calle Tribaldos, manteniéndose como
Taula. De triste trayectoria fue el único local de la “movida de los 80” que apareció en la calle
Negrita, “El Bar.” Para el uso de nuevos grupos sociales aparecieron el pub
Jamaica, y el Oliver en las cercanías, un local exquisito, que se mantiene
discretamente.
De los bares de mas abajo y desaparecidos, fue
de gran interés popular el de Domingo Vaquero. “El Paso”, abrió en los últimos
años sesenta junto a las carteleras del cine Crisfel. Café, bar, restaurante y
casa de los bocadillos de calamares. De sus preparadas tapas, dos han pasado al
patrimonio colectivo de la gastronomía alcazareña, los “tigres” y “los huevos
al paso”. El local supuso un hito en la calle durante muchos años, ahora
reabierto nuevamente en estos días por una nueva firma, a la que se le augura
gran éxito por su cocina.
Si de los
bares podemos hacer un recorrido largo, no es el caso de las casas de comida y
restaurantes, que se ajustan en la calle al conocido Acapulco y el bar Alcazar
que atienden a la clientela con platos rápidos y suculentos. Tanto los grandes
restaurantes de la calle, como los grandes hoteles se concentraron en la zona
más cercana a la Estación ,
la Avenida de
Juan Álvarez Guerra, en la que han convivido verdaderas cocinas de palacio y lo
que hoy llamamos “hoteles con encanto”. En los aledaños de la calle, la antigua
fonda Orsini y el celebre e inexplicablemente desaparecido Hotel Don Quijote,
que durante casi cincuenta años supuso un hito en la hostelería de toda la
comarca y origen del desarrollo hotelero de Alcazar.
La
calle ha estado plagada de locales de ocio que le proporcionan una situación
privilegiada, apoyándose unos en otros, hasta conseguir a veces que durante
toda la noche hubiera personas por la calle. Por eso el Ayuntamiento puso una
pareja de guardias municipales nocturnos. Los cines fueron un símbolo de la
calle, el Crisfel antiguamente teatro Moderno, que funciono desde 1909 en ambos
sentidos hasta el final de los noventa. El cine Alcázar, un local de larga
trayectoria que durante muchos años en su minúsculo escenario dio conciertos y
presentó todo tipo de actos públicos; convertían la calle en un salón social
por excelencia los sábados y los domingos. Miles de personas cada fin de semana
se daban cita a las puertas de los cines y sus alrededores. Allí todas las
generaciones alcazareñas del siglo XX aprendieron a conocer por el celuloide
muchos aspectos de la vida y del mundo. Los más jóvenes y fogosos aprovecharon
las últimas filas para ver bien la película. Durante muchas décadas el cine fue
una nueva ventana al exterior de la población que tuvieron los alcazareños, sin
filtrarse nada por los estacionistas, que a veces lo contaban todo a su mejor
conveniencia. Igual se pudo disfrutar la mítica, “39 escalones”, de los
treinta, “Ben-Hur” en los sesenta, o “Canciones para después de una guerra” en
los últimos setenta. Las películas fueron hitos en la vida de las generaciones
jóvenes que abarrotaban las salas, incluso cuando llegaron a convivir cuatro
cines.
Junto
a los cines como príncipe del ocio local estaba el Casino. En un edificio que
hasta los años cuarenta albergaba al Circulo de la Unión, un centro de vocación
liberal que ocupo la calle en un edificio construido al efecto a principios de
siglo. El Casino en su fusión con el Círculo, imprime el estilo del
desaparecido Casino Principal, apareciendo el Casino de Alcazar. Fue un centro
muy activo, con biblioteca, repostería
que daba, bodas y banquetes, con una exquisita terraza que balconeó el
paseo de la Castelar durante muchos años. Conferencias, conciertos y sesiones
de baile, guateques y similares. Cuando las dificultades económicas del
sostenimiento de la sociedad aparecieron, el casino abrió a todo tren el acceso
al juego con un Bingo, que ocupando los salones de la planta alta, le dio
cierto carácter novelesco y cinematográfico a las noches de juego alcazareñas.
Aun así se compartió muchos años el salón con lo que dieron en llamarse los
bailes de la Pascua, que no fue otra cosa que la celebración de los carnavales
entre 1940 y 1980. Del juego, a golpe de billar, de ajedrez, domino… llego
luego la educación universitaria. Se instaló la UNED y hoy se mantiene con gran
desarrollo, dándole un nuevo carácter a la calle en las dos últimas décadas.
Guateques,
bailes, karaokes o discotecas se organizaban en cualquier sitio, de manera
ocasional cuando llegaban los carnavales. El resto del año se concentraban en
el casino y los locales de la calle Ferrocarril; principalmente el Impala, que
tuvo otros muchos nombres, o el
Borsalino que igualmente acumulo nombres y usos. El Arco y sus
conciertos, por señalizar los de última ola, en esa calle. El Brillante de
efímera existencia en la plaza de Villajos. Antes del baile partida de futbolín
o de billar. Al salir del baile, caña y alón de pollo o salchicha como cena.
Todos los locales están llenos de recuerdos del imaginario colectivo y la vida
de los alcazareños y alcazareñas se ha construido llorando y riendo por sus
rincones.
Junto a los
locales de ocio, estaban los del vicio, por ejemplo, que decía Bonifacio, los
del tabaco. La expendeduría nº 3, o “la tercena” donde se compraron Ideales,
Ganador, Celtas, Ducados, Bisonte…..entre las cajetillas y también olorosos
cigarros puros y picadura para liar o atacar las pipas. Se fumaba en los bares,
cafés, restaurantes, fue una costumbre social, que facilitó las relaciones
personales. Una mala practica personal con la que cada cual ha luchado en la
intimidad. En la Castelar
se cerraron muchos tratos humanos comerciales y de todo tipo, con un cigarrillo
como clave. Se acercaron muchas personas a otras, incluso de manera histórica,
pidiendo fuego…
A última hora
de la noche o primera del día, saliendo de la Fonda de la Estación , fumaban juntas dos o a veces tres
personas. Paradas o bajando la calle, Fumaban y recitaban versos hacia la
oscuridad del pueblo. Unos venían de Madrid. Otros solo se habían reunido en
aquella especie de “bar de guardia” para hablar y beber. Otros se habían
encontrado con gente que cruzaba España, de una punta a otra. Otros, eran los
poetas modernistas alcazareños, que hubiera intitulado Valle Inclan, en unas
Luces de Bohemia manchegas.
Para que el que no lo conociera, en el bar El Trebol (anteriores al este se abrieron en la Castelar otros bares)ya desaparecido, se situaban los Almacenes Arias, donde los chicos hacíamos parada para hacer el juego del pañuelo en sus espejos.
ResponderEliminarFederico, ya que te sales de la Castelar para irte al Impala o al Taula, merece la pena mencionar el "Boys", que bien merecería un comentario por lo que en su época significaba para muchas madres.
ResponderEliminarEn referencia al Casino, cabe señalar que durante un tiempo, un pianista de "plantilla" amenizaba a los socios, esta figura da una idea de lo que este centro representaba.
ResponderEliminarCuando hablas de la sucursal bancaria, el edificio donde la ubicas es el correcto, pero no en el lugar correcto, su situación era unos metros más abajo. Consulta tus referencias. Saludos
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