Primer Brindis por el centenario de la calle Emilio Castelar.
Parece que el naufragio del
Titanic en 1912 es lo único de importancia de aquel año, cada pueblo, se afana
en buscar algún vecino que estuviera cercano a aquella tragedia. Pero la verdad
es que pasaron grandes cosas en todos los ámbitos. En Alcázar de San Juan,
encontramos importantes obras de ampliación de la estación para la
clasificación de trenes, los alcazareños participaron plenamente en la huelga
general ferroviaria de octubre, que señalaba la potencia del movimiento obrero
local de aquellos años. Se arreglo el reloj de la torre del viejo ayuntamiento
que no funcionaba, como siempre, y se dio un acontecimiento principal para todo
el siglo. Apareciendo la calle “Emilio Castelar”
Contaba con frecuencia el
cronista alcazareño Emilio Paniagua Ropero, que fue en septiembre de 1912
cuando se instalaron, según las noticias que tenia de Antonio Tejado, las
primeras placas de calle con el nombre de Emilio Castelar. Noticia esta que
queda clara en la personalidad alcazareña y que no debe ser interpretada, nada
más que en su justo termino. Se pusieron las placas.
El seis de julio de 1910, siendo
alcalde “Estrella” Eulogio Sánchez-Mateos, se acordó rotular calles y numerar
edificios, obra que fue encargada a Tersil Martínez Ferrero por su oferta, pero
seguramente no se ejecutaría esta imposición de placas, hasta 1912, momento en
que se acordaron obras de arreglo del pavimento de las calles Cabo Noval,
rebajándola hasta buscar la corriente y Emilio Castelar que debían ser
empedradas a “bombeo” sin cunetas, ampliando sus aceras. De hecho los papeles
de la época no hablan de un cambio de nombre en este momento y la natural
calima veraniega, aunque anima a echar horas y horas para buscar el acuerdo
correspondiente, no da mejores resultados.
Al fin y al cabo cumplimos ahora
el primer centenario del nuevo nombre. La calle dejo de llamarse San Andrés
para recibir el nuevo nombre, si San Andrés fue su nombre histórico, aunque no
ha dejado de usarse, su verdadero nombre popular es el de “La Castelar” y lo ha compartido con
los de Generalísimo y Emilio Castelar, que de todas estas formas posibles a lo
largo del siglo XX han llegado la correspondencia a las casas de los vecinos,
con muecas o sonrisas de los carteros según la década.
Otra cuestión a centrar es la
delimitación del espacio de la calle, cuestión con la que pasa algo parecido al
nombre, dado que en diferentes épocas ha tenido diversos trazados. Si bien
popularmente se confunde en muchas ocasiones la Avenida de Álvarez Guerra o
antiguo paseo de la Estación con la propia calle, también es cierto que el
tramo desde la plazuela de Villajos a la antigua carretera de Campo de Criptana
ha compartido los nombres de la calle con el de Cabo Noval.
Las chiquillerías dieron nombres parciales a
cada tramo según las fijaciones de cada época, y que ahora no es el momento de
presentar. Actualmente es calle Emilio Castelar desde la plaza, donde comienza
su numeración, hasta la Avenida de Criptana donde termina. Siendo la acera de
los impares la de la izquierda conforme se entra en ella y la de los pares o de
los tontos, la de la derecha, por donde se pasea a la fresca de las mañanas
a su sombra. Cosas de las hordas de la
chiquillería que nada tiene que ver con la realidad de la calle.
Las casas importantes de la
antigua calle de San Andrés, a modo de fincas, en un terreno diseminado unido
por grandes corrales, se acababan en las equinas de la actual calle Miguel
Barroso y Ramón y Cajal, donde iban a dar las casas hidalgas de la parroquia de
Santa Maria, siendo la que quedaba mas al norte la de los Valenzuela, que llego
al siglo XX en esas esquinas conocida como la casa del oculista Dr. Marcos en
la mitad del siglo y de la cual hoy su portada esta superpuesta en la fachada
principal del actual Conservatorio Superior de Música. De esta hacia el norte,
alguna casa popular y campo hasta la ermita de Villajos.
Esta calle fue una zona de
servicio de las casas grandes de la calle principal de la población que era la
actual de José Canalejas y antigua de Resa, donde estaba la casa familiar de
Álvarez Guerra, la del potentado hidalgo Marañon y Resa u otras. El pueblo se
acababa prácticamente en la sierra que suponía ser la morra de la ermita del
Cristo de Villajos en línea a las afueras con otros cristos como el de Zalamea,
antiguas cruces a las entradas de los caminos que llegaban a los pueblos.
La prolongación del cristo de
Villajos era el campo y el cruce de los caminos a diversos pueblos, quedando a
las afueras la primera plaza de toros, gracias a Álvarez Guerra, que tuvo la
ciudad en donde luego se levanto el casino, todo a su alrededor era campo y ya
en la segunda parte del siglo XIX las vías del tren.
La importancia de los terrenos
cercanos a la actividad ferroviaria fue haciendo que esta zona se urbanizara
con trazados rectilíneos y se poblara poco a poco. Aparece la calle y con ella
un nuevo concepto de Alcázar de San Juan, como polo de atracción, ocio comercio
y viaje dentro de La Mancha. Durante los primeros años la calle fue haciéndose
con su personalidad y estuvo construyendo sus edificios principales hasta
entrada la década de los años 30.
Si en la zona del Paseo de la
Estación comenzaron a destacar edificios como las Bodegas Bilbaínas, actual
Comisaría de Policía, Sociedad Recreativa Alces, que formaba parte del complejo
del teatro Moderno o Cine Crisfel, hotel Raboso hoy discoteca Vanyty, Fonda
Francesa y tantos otros, no fue para menos en el ultimo tramo de nuestra calle
que se construyo prácticamente en el campo. El circulo de la Unión que dio
lugar al actual casino, el edificio de Úbeda que albergo en sus bajos el cine
Alcázar. Y de la ermita de Villajos hacia el norte, grandes casas particulares
todas en ambas aceras con vocación comercial. Entre los edificios posteriores y
rompiendo con la línea de la tardía arquitectura modernista manchega,
aparecieron algunos de carácter racionalista, como el que albergó los almacenes
Arias y otros de su entorno, que se comparten con alguno de intención
neoclásica.
Después fueron desapareciendo las
escasas casas populares y sustituyéndose con edificaciones eclécticas que en
conjunto dan un aspecto de ciudad viva a la calle. La plazuela de Villajos ya
desconocida hoy y existente solo como cruce de vías, ha transformado a lo largo
de la historia de la calle su arquitectura de arrabal, al menos dos veces, con
una primera construcción que le dio sentido y personalidad a la zona y con una
segunda coetánea que ha convertido la plazuela en cualquier rincón de las
poblaciones de veraneo en nuestra costa mediterránea.
Los tramos restantes ya mas
tradicionales y correspondientes a la antigua calle San Andrés, sufren un
proceso parecido y entre sus edificaciones perdidas hay que recordar el edifico de los tejidos de Antonio Ortiz, conocido
como almacenes Tresa o la casa del balcón corrido, con una fachada a dos calles
y una galería de balcón que recorría toda la fachada teniendo esta cerca de
sesenta metros. Aquí conviven el resto de la arquitectura modernista, con el
racionalismo y las arquitecturas mas coetáneas incluso con edificios de hierro
y cristal que han ido ocupando la calle, convirtiéndola en un libro abierto de
las modas arquitectónicas de todo el siglo. Aun se mantienen verdaderos
palacios que fueron residencias de grandes agricultores o vinateros en su
tiempo desapareciendo las casas populares que hasta hace poco salpicaban con
gracia las aceras de la calle.
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