Séptimo brindis por
el primer centenario de la calle Emilio Castelar.
Con esta séptima entrega doy fin
a estos recuerdos y anécdotas, pensando que el tiempo que dedicamos al
recuerdo, solo es positivo si en la misma medida se lo dedicamos al proyecto y
la ilusión por el futuro. Este no va a ser el caso, ni la aventura en la que me
embarque. Por lo tanto solo haré un epilogo de este recorrido como entrega en
la que me preguntare varios enigmas sobre cual puede ser el futuro para esta
“seña de identidad” de Alcazar y lo alcazareño que ha sido la calle Emilio
Castelar. Pero ahora terminaremos esta parte dando algunas notas sobre el
concepto de la calle como “Salón Social” de la población. Un lugar para el
encuentro, la comunicación el retó y el ejercicio del poder en todos los
sentidos.
La calle se fue haciendo poco a
poco, y especialmente en la década de los años veinte, en 1921, se introdujo el
alcantarillado uno de los avances mas importantes junto al agua potable y la
electricidad, y en 1922 se elimino el barro de la calle con el primer
adoquinado, estábamos a punto de convertirla en algo especial, en un lugar de
estancia, donde la gente no se pusiera perdida de barro o “de aguas”. En esta
década se construyeron grandes edificios de regusto modernista, ya muy tardío,
pero ejemplo del modernismo arquitectónico manchego. Este hermosear de la calle
la convierte en salón de fiestas y actos
sociales, de manera espontánea. De hecho nada mas terminarse de adoquinar ese
mismo año 1922, el público por propia iniciativa y buen consejo municipal,
trasladó la celebración del tradicional carnaval alcazareño, de la plaza del
Altozano, Alterones, Arroyo de la Mina y alrededores, a la recién adoquinada
Castelar. Desde entonces la calle es el salón social de Alcázar y en ella han
ocurrido todo tipo de fenómenos. Este fue el momento especial de nuestras
celebraciones dicembrinas; pero al acabar estas fechas, en la costumbre del
paseo dominical, el encuentro, el cortejo y el noviazgo fueron la actividad
diaria por excelencia de la calle en el
momento del paseo, como cantaron los quintos en sus coplas.
De entre las fiestas y
acontecimientos populares que se han celebrado, los carnavales sin duda son los
más significativos. Desde la toma de la calle en los desfiles concentraciones,
fiestas y paseos de mascaras, hasta el uso abarrotado de los locales de la
calle para los bailes nocturnos, que pasaron del Casino a las discotecas y
disco-bares de la zona. Unos bailes que durante el régimen franquista, también
se disfrazaron, convirtiéndose en “fiestas tradicionales de navidad” se
siguieron celebrando, más como bailes de disfraces, a cara descubierta, que
como bailes de máscaras.
Pero la calle a lo largo de su
historia fue utilizada por otras manifestaciones festivas populares, y acontecimientos
sociales especiales. Podemos señalar algunos como la bajada de la bandera de la
Asociación de empleados ferroviarios al ayuntamiento, en 1922 que lleno la
calle de gentes en jolgorio y alegría. La llegada a la población de Emelina
Carreño como miss España en 1931, que se había declarado republicana, saliendo
a recibirla, según las crónicas sobre 20.000 personas. Las visitas históricas
de los grandes líderes nacionales y regionales desde Niceto Alcalá Zamora. Las
cuestaciones y recaudaciones de fondos para causas de todo tipo. Las
actividades del Festival de la Canción de Primavera ya en los sesenta.
Manifestaciones populares y acontecimientos del movimiento obrero desde
celebraciones históricas del 1º de mayo a manifestaciones históricas en la ciudad
en relación con el cierre de MACOSA, disminución de trabajadores en RENFE,
solicitud de una política sanitaria más amplia o la reivindicación vecinal del
paso del AVE por la población. Otros usos estuvieron en relación con los
desfiles musicales hacia el Teatro Crisfel de bandas y otras agrupaciones
musicales. Los paseíllos de las cuadrillas de toreros y poco más.
En el terreno más social, a
diversas horas son corros de jubilados los que ocupan el espacio alternando el
horario con las madres jóvenes que salen a pasear a sus hijos, muchos se detienen ante el recuerdo a las
mujeres maltratadas, que se simboliza hace poco más de una década, por una
estatuilla de Alfredo Martínez. Y se detuvieron otras veces en el mismo rincón
a saludar un laureado busto de José Antonio Primo de Rivera que ocupaba es
espacio. O bien se paran ante la
histórica y legendaria ermita del cristo de Villajos. Hubo un momento no muy
lejano en el tiempo, que la ermita estaba a las afueras de la población, y
desde ella se divisaba la torre del ayuntamiento. En nuestro periodo, la ermita
fue primero de una sola planta, luego con la instalación de la luz eléctrica de
dos plantas, situándose sobre ella un transformador eléctrico. La ermita ha
sufrido varias transformaciones y decoraciones interiores y exteriores. Entre
sus señas mas importantes se encuentra, su situación geográfica, a mitad del
recorrido de la calle, imprimiéndole un sentido religioso profundo. Muchos
paseantes hacen la señal de la cruz al llegar a su altura y dejan su limosna,
que a veces ha sido expoliada por el gamberrismo local de la chavalería con
trucos e ingenios varios. La ermita de una sola planta cuadrada, alberga unos
murales con escenas de la vida de Jesús de Nazaret del pintor alcazareño José
Herreros, que causan la admiración de cuantos se acercan a ella. En la verja de la ermita he visto a veces
personas arrodilladas ante la cruz que guarda, si bien es verdad que la mayoría
de las veces son visitantes, otras veces encontramos algunos vecinos. En las
viejas noches de mayo, desde el bar de Federico se promovía la tertulia a su
verja, la guitarra y el cántico de los mayos con un lebrillo de zurra tinta, en
los tiempos modernos alguna rondalla local canta los mayos con devoción popular
y con fervor. Junto a esta manifestación religiosa por excelencia de la calle,
hubo en su cercanía momentos muy difíciles, cuando el nido de ametralladoras
ocupaba la terraza de unos edificios colindantes calle arriba, evitando que la
avioneta “Bernarda” ametrallara la zona, espacialmente cuando la vecindad
corría a esconderse de los bombardeos en el refugio que se había construido en
aquel ensanchuron del Cristo de Villajos. Por cierto en aquellos años aunque el
pueblo llego a cambiar de nombre dejando de llamarse Alcazar de San Juan, para
llamarse Alcazar de Cervantes, la calle siguió siendo en todo momento Emilio
Castelar.
Por ella pasaron las procesiones
de Semana Santa, las romerías de San Isidro desde que comenzaron en los años
cincuenta, las procesiones de las patronas y otras manifestaciones religiosas
que se han ido incorporando durante todo este tiempo.
Si nos quisiéramos referir al
repaso de la vida cultural de la calle, al margen de las opciones de los cines,
esta el casino, que también ha jugado una baza de gran interés durante muchas
décadas, hasta los setenta, con conciertos, conferencias o recitales en sus
salas. En la calle propiamente dicha hemos visto conciertos y paradas musicales
de todo tipo, algunas escenas de teatro callejero propias de los años ochenta cuando el teatro
de calle quiso estar presente en el núcleo mas importante de las ciudades según
la tendencia francesa y alemana del momento. Ediciones de la Feria del Libro,
teatro para niños, lecturas, recitales y animaciones culturales han salpicado
la calle menos de lo que hubiera sido deseable, Junto a ellas algunos comercios
de productos culturales se han aventurado a salir a la calle, dándoles a estos
un papel mas activo. Pero antes de hablar de las estrategias comerciales de la
calle, hay que recordar las manifestaciones espontáneas de viajeros
impenitentes, que van de pueblo en pueblo cantando, haciendo música o circo. De
estos tampoco han faltado en la calle, la compañía de titiriteros que nos
visitan de vez en cuando para enseñarnos los progresos de la cabra que les
acompaña. Los cantautores que con su guitarra que apoyados en las paredes
cercanas a las tiendas de comestibles, llenan de boleros y canciones dulces los
oídos de las clientas buscando una buena
propina. Quien sabe si entre estos, hizo turno alguna vez un gran violinista
como en el metro neyorkino o algún poeta de acertado verso, entre los que
escriben siempre el mismo poema sentados en un poyo cercano a una librería,
ofreciéndolo por un módico precio, con dedicatoria y firma autógrafa.
En cuanto a las animaciones
comerciales de la calle, al margen de los terribles años del estraperlo, que
atraían a vecinos de todos sitios y pueblos cercanos a la llegada de
determinados trenes. En los años cincuenta se incorpora la Cabalgata de Reyes
Magos, que al estilo de las grandes ciudades, pasea por sus mejores salones
comerciales a niños y familias, generando un estado de ilusión especial que
impulsa a la compra. En esta misma línea de buscar momentos de impacto y
animación comercial, los comerciantes de la calle han puesto en marcha en la
última década, mercadillos y animaciones comerciales, como el concurso de El
Millonario o el roscón de los RRMM.
No quisiera cerrar esta parte sin
reconocer que la calle también tiene vecinos, muchos hombres y mujeres que aquí
solo referenciamos colectivamente. De entre ellos por destacados y desconocido, recordamos al
doctor Román Alberca, el torero Laurentino Carrascosa o la escritora Luisa
Alberca entre muchos. Por todos ellos, hagamos este último brindis por el
pasado, en su honor y su recuerdo. Ahora
le corresponde el futuro.
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