Quinto brindis por el primer centenario de la calle Emilio Castelar.
Si bien nunca ha faltado en la calle todo tipo
de comercio y servicios, a lo largo de este siglo, si es cierto que ha cambiado
de tendencia comercial. No vamos a pretender aquí hacer un estudio a fondo de
esta evidencia, sino dar un repaso de algunos periodos y momentos comerciales
significativos de la calle.
Durante sus primeros cincuenta años tuvo una
fuerte presencia de la técnica de la época, material para industrias
vinícolas y similares. Entre los establecimiento que mas destacaron en este
aspecto estuvieron las ferreterías, Avenida, ferretería El León que además de
vender para la bodega y el tratamiento de los vinos, incorporo todo tipo de
productos; material de cuartos de baño, bicicletas de Orbea, radios Telefunken
y los primeros gramófonos locales de “La Voz de su Amo”. La más antigua de
todas, la de Valentín Ruiz, que funciono como ferretería y droguería. Los
tártaros de Alfonso Grande o últimamente Casa Novoa que mezclaba el pequeño
material con la cuchillería; por citar algunos establecimientos.
En lo que fue Cabo Noval o José
Antonio, como zona más cercana a la estación, se abrieron al principio muchos
establecimientos de clientela masculina. La compañía de ingenieros Múgica
Arellano, comercializó maquinaria agrícola; tractores, cosechadoras, remolques,
segadoras, trilladoras, aventadoras, atadoras, motores y todo tipo de maquinas,
comprometiendo las reparaciones gratuitas. Fue la forma de instalar los
cacharros en los campos. La popular
Ferretería Castillo vendía todo tipo de maquinillas y arreglaba todos los
aparatos eléctricos y mecánicos que pudiera haber en las casas. Pero sus
especialidades llegaron a ser; maquinaria de bodegas, pintura, grifería y
electricidad. Frente a esta ferretería y desde más antiguo abrió sus puertas la
Sociedad Enologíca del Penedes, SEPSA dedicada al material de bodegas y
analítica de vinos, hoy en el polígono Alces
Menor fue la relación con el sector agrícola
de otros establecimientos más centrados en la droguería en general como la Droguería y perfumería de Exoristo Raboso
dedicada a pinturas y barcines. La de Alderete que después de un largo
recorrido en Santa Quiteria llego a la calle Castelar donde se mantiene, con su clientela y un
espectro amplio de oferta. Drogas, pinturas, escopetas, cartuchos, artículos de
caza y pesca. Muy cerca tuvo su despacho de petróleo y poco a poco fue
especializándose en droguería y perfumería, haciendo la oferta de artículos
cinegéticos Belmonte años después en un establecimiento que se llamo Caza y
Pesca.
Del comercio del primer tercio se
siglo citaremos algunos elementos verdaderamente singulares. Durante la década
de los veinte, directamente desde la fábrica de General Lacy en Atocha, se
incorpora a La Mancha, la cerveza el Águila, a cargo del recadero alcazareño
Emilio Ortega que la distribuía desde su
despacho de Cabo Noval. A su lado, Los “Bonis” tuvieron su
establecimiento al publico el “Taller de Hojalatero” de Tomas Bonis. Entonces
hacían toda clase de trabajos del ramo de fontanería y cristalería, incluso
vidrieras artísticas y se disponía de
importantes servicios de “Baños de
Alquiler” que seguramente se utilizarían en los hoteles y otros establecimientos del cercano Paseo de
la Estación entregando para ello bañeres
de cinc. Curiosamente se centraron aquí varios salones de caballeros,
peluquería, higiene o servicios de calzado. Como el salón peluquería de
Nicomedes Cañizares Mazuecos que daba servicio con fricciones y desinfección.
La peluquería Reguillo, con sillones americanos y secadores eléctricos que
evitan el uso de las antihigiénicas
toallas. El Salón de Limpiabotas y Continental de Lizcano, donde se
hacia un tratamiento especial de callos y juanetes. O los negocios de Simón
Carballo como La “Higiénica”. Un salón
peluquería con perfumería en el que con los mejores perfumes se evitaba la
caída del cabello y la compañía de seguros Zurich que atendía el mismo.
Francisco López vende ya los automóviles Dodge-Brothers, anunciando precios de
turismos a 9.975 pts
Aunque siempre hubo carnicerías
en esta parte alta de la calle, fue singular la instalación de La pescadería de
Juan Toral en Cabo Noval 25 como sucursal de una pescadería de Madrid, (modelo
que se repite a lo largo de la calle y el siglo hasta la llegada de las
franquicias) Presentaba pescados frescos, escabeches y mariscos que recibía
diariamente de los puertos del norte por los trenes nocturnos. En la misma
calle Don Demetrio de la Torre en los años veinte, abrió el “Colegio de San José” en el numero
34, un centro de preparación para niños, adultos, artistas, fogoneros, y
empleados de los ferrocarriles; que impartió clases ordinarias y
extraordinarias, especiales y a domicilio. Resulto un centro con una pedagogía
muy poco usual y avanzada en aquel momento.
Aparecen los bancos como el
Central en Cabo Noval, y el Español de Crédito, El Popular y de los Previsiones
del Porvenir hasta que llegan las cajas, como Caja Madrid. Tampoco se privo la
calle en estos tramos desde el Cristo de Villajos a la Plaza, de nada.
Pescadería La Coruñesa. Eugenio Santos que vendía todo lo imaginable, petacas y
pitilleras. Abanicos, lámparas de comedor, regalos, material eléctrico, y
bicicletas, paquetería, quincalla, perfumería. El Bazar de Saturio con muebles,
tejidos, regalos, calzado, material de cocina y su famosa lámpara irrompible de
filamento metálico. Como había que hacer negocios con todo, entre la
alimentación y la medicina popular estaba, Andrés Pasarell comercializando su
gallina cortada, a trozos. “Fracciones al peso para enfermos y parturientas, a
todas horas”.
En el sector de los tejidos
fueron y siguen siendo ejemplares los establecimientos de Bonifacio Cano y Cano
o Isidro Gómez Cano, hoy con otros nombres. Entre los desaparecidos están de
este primer tercio de siglo las instalaciones de Ruiz o de la Antonio Ortiz
fundado en 1855, que luego fueron los almacenes TRESA. Frente a este edificio
en la otra esquina, estuvo hasta bien entrados los años ochenta el Bazar de San
Antonio, también conocido como Casa Almendros. Fue fundada en 1893. Presentaba
todo tipo de productos de señora y caballero, juguetes e instrumentos musicales
y se daba a conocer, en recuerdo del cuento del Infante Don Juan Manuel en su
Conde Lucanor, tan clásico como cuento y curioso en el mercado.
“Cuenta que un tendero, un día / los precios tanto afinaba,/ que apenas
si conservaba/ el capital que tenia. / ¿habrá otro – entre si decía-- mas
baratero que yo? / Y cuando el rostro volvió /hallo la respuesta, viendo/ que
ALMENDROS esta vendiendo / a precios que a el supero.
O bien un acróstico como este.
Concepción y sus niños,
cierto día
Al recoger de encargo
unos paquetes
Se encontraron con que
Almendros ya tenia
Arreglada la tienda de
juguetes.
Al ver de tan sublime
colección
La serie de juguetes que
allí había,
Manifestó el mayor, un
chico fino,
El deseo de admirar con
ilusión
Nuestro famoso juego El
Adivino
Después todos en planes d
e reclamo,
Repiten: esto es grande
maravilla;
Ostentación tan rica en
este ramo,
Solo se ve en la Feria de
Sevilla.
En los años veinte este bazar
encuentra como competencia un nuevo establecimiento a su lado. Local de
jugueterías y novedades fue Casa Escudero, que siempre hizo gala de cierto
iniciativa y espíritu comercial adelantado, entre otras cosas nos dejo como
elemento de promoción de su negocio un magnifico álbum-guía de Alcazar con 20
postales del fotógrafo barcelonés Leonidas Roissin editado en 1927. La edición
del pequeño periódico “El Eco de Alcazar” como revista literaria y mercantil de
1926. y multitud de objetos y productos promociónales de carácter domestico y
personal. Pero ahora quiero traer el texto con el que se publicitaba en 1923,
como un mero ejemplo de su arrojo comercial.
“Casa Escudero el siglo de Alcazar, en donde observamos continuamente
una animación de clientes, extraordinaria. Cada comprador se conviene en un
propagandista y amigo espontáneo. Esto denota claramente que la organización de
la casa es compatible con los deseos de todo consumidor. Buena calidad en los
artículos y precios bajos, han contribuido a engrandecer el negocio.”
Entre sus muchos artículos,
seguramente fue el comercio con mas proliferación de la década, en la idea de
captación de clientela daba a conocer que disponía por 135 pts de un proyector de
cine Pathe-Baby, de carácter domestico, y una cámara de grabación de la misma
marca por 150 pesetas. Seguramente mas de un alcazareño de la época llego a
comprar la cámara y hacer películas familiares, o locales o vayamos a saber, si
fueron como aquellas de la realeza de la época. Solo conozco el caso de un par
de aficionados a la imagen de aquellos años y ninguno entro en el cine. Pero
aquellas películas deben estar en algún baúl cómoda o rincón inesperado. Estas
con el paso del tiempo se estropean pero todavía son recuperables en copias
especiales. Todo un tesoro si hoy apareciera alguna de ellas. Esta tendencia de
utilizar la poesía como forma de reclamo esta muy extendida en Alcázar y el
comercio y volveremos a ella hablando del bar de Federico o de las 4 Esquinas,
las churrerías…
En el segundo y tercer tercio del siglo,
muchos de estos comercios se transformaron o dieron lugar a nuevos. Unos han
desaparecido, manteniéndose otros; pero esto debe ser materia de otra entrega.
La droguería que mencionas en Santa Quiteria, consulta tus datos, pero quiero recordar que era de Castellanos. Ya me dirás.
ResponderEliminarJusto antes de llegar a SEPSA, estaba la tienda de Camacho, no recuerdo se tenia rotulación con otro nombre o marca comercial, donde se podía encontrar pequeños electrodomésticos.
ResponderEliminar