20121102

Tercer Brindis

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Tercer brindis por el primer centenario de la calle Emilio Castelar.

La primera sucursal bancaria se abrió en Alcazar en 1928, en el edificio de Benito Úbeda, donde luego estuvo el memorable Cine Alcázar. Esta calle tuvo una docena de sucursales y alrededor de ellas, bares y cafés para calmar el ansia y celebrar las operaciones.




De los bares mas antiguos y desaparecidos de la calle tiene para mi especial predilección, Casa Federico, “La casa del Vermu” con su azulejería sevillana, su barra de zinc y su salón en altillo al fondo, con ventanas a la ermita del Cristo de Villajos. En verano competía en terraza con su vecino “Pepe Luis” otro de los bares emblemáticos de la calle, donde se vendía vino a granel en la misma barra. Enfrente El Brillante de los sesenta, o los Hermanos Gómez que sustituyo “al del Vermu”. El Trébol también desaparecido, o la Cervecería Alemana, de 1930, sin querer nombrar los míticos locales de la zona de la estación.
En el tramo cercano a la plaza, los bares no han tenido nunca buen lugar, seguramente en respeto a las tabernas de la plaza que la salpimentaron durante todo el siglo. Pero no fue este el fenómeno de los aledaños de la Castelar, que se salpicaba de las clásicas tabernas, bodegas, licorerías y botillerías; unas justificadas por el mundo obrero alrededor de la estación, donde recalaban los trabajadores al final de la jornada para “refrescar”, La Campera, el Sotanillo, Telaraña, A la vuelta lo venden tinto. La antigua de El Acabose o la Perla. Otras relacionadas con el ocio juvenil y los bares nocturnos especialmente en el ultimo tercio de siglo, desde que en 1969 en el rincón de la calle Ferrocarril se abriera la sala de juventud Impala, que luego fue seguida de otras de todo tipo en la misma zona. De todos ellos el que abrió una etapa generacional y social en Alcázar, fue el que resulto pionero en muchos aspectos y con el romántico nombre de Arcadia, apareció en la calle Tribaldos, manteniéndose como Taula. De triste trayectoria fue el único local de la “movida de los 80” que apareció en la calle Negrita, “El Bar.” Para el uso de nuevos grupos sociales aparecieron el pub Jamaica, y el Oliver en las cercanías, un local exquisito, que se mantiene discretamente.



 De los bares de mas abajo y desaparecidos, fue de gran interés popular el de Domingo Vaquero. “El Paso”, abrió en los últimos años sesenta junto a las carteleras del cine Crisfel. Café, bar, restaurante y casa de los bocadillos de calamares. De sus preparadas tapas, dos han pasado al patrimonio colectivo de la gastronomía alcazareña, los “tigres” y “los huevos al paso”. El local supuso un hito en la calle durante muchos años, ahora reabierto nuevamente en estos días por una nueva firma, a la que se le augura gran éxito por su cocina.

Si de los bares podemos hacer un recorrido largo, no es el caso de las casas de comida y restaurantes, que se ajustan en la calle al conocido Acapulco y el bar Alcazar que atienden a la clientela con platos rápidos y suculentos. Tanto los grandes restaurantes de la calle, como los grandes hoteles se concentraron en la zona más cercana a la Estación, la Avenida de Juan Álvarez Guerra, en la que han convivido verdaderas cocinas de palacio y lo que hoy llamamos “hoteles con encanto”. En los aledaños de la calle, la antigua fonda Orsini y el celebre e inexplicablemente desaparecido Hotel Don Quijote, que durante casi cincuenta años supuso un hito en la hostelería de toda la comarca y origen del desarrollo hotelero de Alcazar.

            La calle ha estado plagada de locales de ocio que le proporcionan una situación privilegiada, apoyándose unos en otros, hasta conseguir a veces que durante toda la noche hubiera personas por la calle. Por eso el Ayuntamiento puso una pareja de guardias municipales nocturnos. Los cines fueron un símbolo de la calle, el Crisfel antiguamente teatro Moderno, que funciono desde 1909 en ambos sentidos hasta el final de los noventa. El cine Alcázar, un local de larga trayectoria que durante muchos años en su minúsculo escenario dio conciertos y presentó todo tipo de actos públicos; convertían la calle en un salón social por excelencia los sábados y los domingos. Miles de personas cada fin de semana se daban cita a las puertas de los cines y sus alrededores. Allí todas las generaciones alcazareñas del siglo XX aprendieron a conocer por el celuloide muchos aspectos de la vida y del mundo. Los más jóvenes y fogosos aprovecharon las últimas filas para ver bien la película. Durante muchas décadas el cine fue una nueva ventana al exterior de la población que tuvieron los alcazareños, sin filtrarse nada por los estacionistas, que a veces lo contaban todo a su mejor conveniencia. Igual se pudo disfrutar la mítica, “39 escalones”, de los treinta, “Ben-Hur” en los sesenta, o “Canciones para después de una guerra” en los últimos setenta. Las películas fueron hitos en la vida de las generaciones jóvenes que abarrotaban las salas, incluso cuando llegaron a convivir cuatro cines.





            Junto a los cines como príncipe del ocio local estaba el Casino. En un edificio que hasta los años cuarenta albergaba al Circulo de la Unión, un centro de vocación liberal que ocupo la calle en un edificio construido al efecto a principios de siglo. El Casino en su fusión con el Círculo, imprime el estilo del desaparecido Casino Principal, apareciendo el Casino de Alcazar. Fue un centro muy activo, con biblioteca, repostería  que daba, bodas y banquetes, con una exquisita terraza que balconeó el paseo de la Castelar durante muchos años. Conferencias, conciertos y sesiones de baile, guateques y similares. Cuando las dificultades económicas del sostenimiento de la sociedad aparecieron, el casino abrió a todo tren el acceso al juego con un Bingo, que ocupando los salones de la planta alta, le dio cierto carácter novelesco y cinematográfico a las noches de juego alcazareñas. Aun así se compartió muchos años el salón con lo que dieron en llamarse los bailes de la Pascua, que no fue otra cosa que la celebración de los carnavales entre 1940 y 1980. Del juego, a golpe de billar, de ajedrez, domino… llego luego la educación universitaria. Se instaló la UNED y hoy se mantiene con gran desarrollo, dándole un nuevo carácter a la calle en las dos últimas décadas.

Guateques, bailes, karaokes o discotecas se organizaban en cualquier sitio, de manera ocasional cuando llegaban los carnavales. El resto del año se concentraban en el casino y los locales de la calle Ferrocarril; principalmente el Impala, que tuvo otros muchos nombres, o el  Borsalino que igualmente acumulo nombres y usos. El Arco y sus conciertos, por señalizar los de última ola, en esa calle. El Brillante de efímera existencia en la plaza de Villajos. Antes del baile partida de futbolín o de billar. Al salir del baile, caña y alón de pollo o salchicha como cena. Todos los locales están llenos de recuerdos del imaginario colectivo y la vida de los alcazareños y alcazareñas se ha construido llorando y riendo por sus rincones.

Junto a los locales de ocio,  estaban los del vicio, por ejemplo, que decía Bonifacio, los del tabaco. La expendeduría nº 3, o “la tercena” donde se compraron Ideales, Ganador, Celtas, Ducados, Bisonte…..entre las cajetillas y también olorosos cigarros puros y picadura para liar o atacar las pipas. Se fumaba en los bares, cafés, restaurantes, fue una costumbre social, que facilitó las relaciones personales. Una mala practica personal con la que cada cual ha luchado en la intimidad. En la Castelar se cerraron muchos tratos humanos comerciales y de todo tipo, con un cigarrillo como clave. Se acercaron muchas personas a otras, incluso de manera histórica, pidiendo fuego…
A última hora de la noche o primera del día, saliendo de la Fonda de la Estación, fumaban juntas dos o a veces tres personas. Paradas o bajando la calle, Fumaban y recitaban versos hacia la oscuridad del pueblo. Unos venían de Madrid. Otros solo se habían reunido en aquella especie de “bar de guardia” para hablar y beber. Otros se habían encontrado con gente que cruzaba España, de una punta a otra. Otros, eran los poetas modernistas alcazareños, que hubiera intitulado Valle Inclan, en unas Luces de Bohemia manchegas. 


4 comentarios:

  1. Para que el que no lo conociera, en el bar El Trebol (anteriores al este se abrieron en la Castelar otros bares)ya desaparecido, se situaban los Almacenes Arias, donde los chicos hacíamos parada para hacer el juego del pañuelo en sus espejos.

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  2. Federico, ya que te sales de la Castelar para irte al Impala o al Taula, merece la pena mencionar el "Boys", que bien merecería un comentario por lo que en su época significaba para muchas madres.

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  3. En referencia al Casino, cabe señalar que durante un tiempo, un pianista de "plantilla" amenizaba a los socios, esta figura da una idea de lo que este centro representaba.

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  4. Cuando hablas de la sucursal bancaria, el edificio donde la ubicas es el correcto, pero no en el lugar correcto, su situación era unos metros más abajo. Consulta tus referencias. Saludos

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