20121104

Primer Brindis

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Primer Brindis por el centenario de la calle Emilio Castelar.

Parece que el naufragio del Titanic en 1912 es lo único de importancia de aquel año, cada pueblo, se afana en buscar algún vecino que estuviera cercano a aquella tragedia. Pero la verdad es que pasaron grandes cosas en todos los ámbitos. En Alcázar de San Juan, encontramos importantes obras de ampliación de la estación para la clasificación de trenes, los alcazareños participaron plenamente en la huelga general ferroviaria de octubre, que señalaba la potencia del movimiento obrero local de aquellos años. Se arreglo el reloj de la torre del viejo ayuntamiento que no funcionaba, como siempre, y se dio un acontecimiento principal para todo el siglo. Apareciendo la calle “Emilio Castelar”

Contaba con frecuencia el cronista alcazareño Emilio Paniagua Ropero, que fue en septiembre de 1912 cuando se instalaron, según las noticias que tenia de Antonio Tejado, las primeras placas de calle con el nombre de Emilio Castelar. Noticia esta que queda clara en la personalidad alcazareña y que no debe ser interpretada, nada más que en su justo termino. Se pusieron las placas.
El seis de julio de 1910, siendo alcalde “Estrella” Eulogio Sánchez-Mateos, se acordó rotular calles y numerar edificios, obra que fue encargada a Tersil Martínez Ferrero por su oferta, pero seguramente no se ejecutaría esta imposición de placas, hasta 1912, momento en que se acordaron obras de arreglo del pavimento de las calles Cabo Noval, rebajándola hasta buscar la corriente y Emilio Castelar que debían ser empedradas a “bombeo” sin cunetas, ampliando sus aceras. De hecho los papeles de la época no hablan de un cambio de nombre en este momento y la natural calima veraniega, aunque anima a echar horas y horas para buscar el acuerdo correspondiente, no da mejores resultados.
Al fin y al cabo cumplimos ahora el primer centenario del nuevo nombre. La calle dejo de llamarse San Andrés para recibir el nuevo nombre, si San Andrés fue su nombre histórico, aunque no ha dejado de usarse, su verdadero nombre popular  es el de “La Castelar” y lo ha compartido con los de Generalísimo y Emilio Castelar, que de todas estas formas posibles a lo largo del siglo XX han llegado la correspondencia a las casas de los vecinos, con muecas o sonrisas de los carteros según la década.

Otra cuestión a centrar es la delimitación del espacio de la calle, cuestión con la que pasa algo parecido al nombre, dado que en diferentes épocas ha tenido diversos trazados. Si bien popularmente se confunde en muchas ocasiones la Avenida de Álvarez Guerra o antiguo paseo de la Estación con la propia calle, también es cierto que el tramo desde la plazuela de Villajos a la antigua carretera de Campo de Criptana ha compartido los nombres de la calle con el de Cabo Noval.
 Las chiquillerías dieron nombres parciales a cada tramo según las fijaciones de cada época, y que ahora no es el momento de presentar. Actualmente es calle Emilio Castelar desde la plaza, donde comienza su numeración, hasta la Avenida de Criptana donde termina. Siendo la acera de los impares la de la izquierda conforme se entra en ella y la de los pares o de los tontos, la de la derecha, por donde se pasea a la fresca de las mañanas a  su sombra. Cosas de las hordas de la chiquillería que nada tiene que ver con la realidad de la calle.

Las casas importantes de la antigua calle de San Andrés, a modo de fincas, en un terreno diseminado unido por grandes corrales, se acababan en las equinas de la actual calle Miguel Barroso y Ramón y Cajal, donde iban a dar las casas hidalgas de la parroquia de Santa Maria, siendo la que quedaba mas al norte la de los Valenzuela, que llego al siglo XX en esas esquinas conocida como la casa del oculista Dr. Marcos en la mitad del siglo y de la cual hoy su portada esta superpuesta en la fachada principal del actual Conservatorio Superior de Música. De esta hacia el norte, alguna casa popular y campo hasta la ermita de Villajos.

Esta calle fue una zona de servicio de las casas grandes de la calle principal de la población que era la actual de José Canalejas y antigua de Resa, donde estaba la casa familiar de Álvarez Guerra, la del potentado hidalgo Marañon y Resa u otras. El pueblo se acababa prácticamente en la sierra que suponía ser la morra de la ermita del Cristo de Villajos en línea a las afueras con otros cristos como el de Zalamea, antiguas cruces a las entradas de los caminos que llegaban a los pueblos.
La prolongación del cristo de Villajos era el campo y el cruce de los caminos a diversos pueblos, quedando a las afueras la primera plaza de toros, gracias a Álvarez Guerra, que tuvo la ciudad en donde luego se levanto el casino, todo a su alrededor era campo y ya en la segunda parte del siglo XIX las vías del tren.

La importancia de los terrenos cercanos a la actividad ferroviaria fue haciendo que esta zona se urbanizara con trazados rectilíneos y se poblara poco a poco. Aparece la calle y con ella un nuevo concepto de Alcázar de San Juan, como polo de atracción, ocio comercio y viaje dentro de La Mancha. Durante los primeros años la calle fue haciéndose con su personalidad y estuvo construyendo sus edificios principales hasta entrada la década de los años 30.
Si en la zona del Paseo de la Estación comenzaron a destacar edificios como las Bodegas Bilbaínas, actual Comisaría de Policía, Sociedad Recreativa Alces, que formaba parte del complejo del teatro Moderno o Cine Crisfel, hotel Raboso hoy discoteca Vanyty, Fonda Francesa y tantos otros, no fue para menos en el ultimo tramo de nuestra calle que se construyo prácticamente en el campo. El circulo de la Unión que dio lugar al actual casino, el edificio de Úbeda que albergo en sus bajos el cine Alcázar. Y de la ermita de Villajos hacia el norte, grandes casas particulares todas en ambas aceras con vocación comercial. Entre los edificios posteriores y rompiendo con la línea de la tardía arquitectura modernista manchega, aparecieron algunos de carácter racionalista, como el que albergó los almacenes Arias y otros de su entorno, que se comparten con alguno de intención neoclásica.
Después fueron desapareciendo las escasas casas populares y sustituyéndose con edificaciones eclécticas que en conjunto dan un aspecto de ciudad viva a la calle. La plazuela de Villajos ya desconocida hoy y existente solo como cruce de vías, ha transformado a lo largo de la historia de la calle su arquitectura de arrabal, al menos dos veces, con una primera construcción que le dio sentido y personalidad a la zona y con una segunda coetánea que ha convertido la plazuela en cualquier rincón de las poblaciones de veraneo en nuestra costa mediterránea. 




Los tramos restantes ya mas tradicionales y correspondientes a la antigua calle San Andrés, sufren un proceso parecido y entre sus edificaciones perdidas hay que recordar  el edifico de los tejidos de Antonio Ortiz, conocido como almacenes Tresa o la casa del balcón corrido, con una fachada a dos calles y una galería de balcón que recorría toda la fachada teniendo esta cerca de sesenta metros. Aquí conviven el resto de la arquitectura modernista, con el racionalismo y las arquitecturas mas coetáneas incluso con edificios de hierro y cristal que han ido ocupando la calle, convirtiéndola en un libro abierto de las modas arquitectónicas de todo el siglo. Aun se mantienen verdaderos palacios que fueron residencias de grandes agricultores o vinateros en su tiempo desapareciendo las casas populares que hasta hace poco salpicaban con gracia las aceras de la calle.

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