20121031

Quinto Brindis

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Quinto brindis por el primer centenario de la calle Emilio Castelar.
 Si bien nunca ha faltado en la calle todo tipo de comercio y servicios, a lo largo de este siglo, si es cierto que ha cambiado de tendencia comercial. No vamos a pretender aquí hacer un estudio a fondo de esta evidencia, sino dar un repaso de algunos periodos y momentos comerciales significativos de la calle.
 Durante sus primeros cincuenta años tuvo una fuerte presencia de la técnica de la época,  material para industrias vinícolas y similares. Entre los establecimiento que mas destacaron en este aspecto estuvieron las ferreterías, Avenida, ferretería El León que además de vender para la bodega y el tratamiento de los vinos, incorporo todo tipo de productos; material de cuartos de baño, bicicletas de Orbea, radios Telefunken y los primeros gramófonos locales de “La Voz de su Amo”. La más antigua de todas, la de Valentín Ruiz, que funciono como ferretería y droguería. Los tártaros de Alfonso Grande o últimamente Casa Novoa que mezclaba el pequeño material con la cuchillería; por citar algunos establecimientos.

En lo que fue Cabo Noval o José Antonio, como zona más cercana a la estación, se abrieron al principio muchos establecimientos de clientela masculina. La compañía de ingenieros Múgica Arellano, comercializó maquinaria agrícola; tractores, cosechadoras, remolques, segadoras, trilladoras, aventadoras, atadoras, motores y todo tipo de maquinas, comprometiendo las reparaciones gratuitas. Fue la forma de instalar los cacharros en los campos. La  popular Ferretería Castillo vendía todo tipo de maquinillas y arreglaba todos los aparatos eléctricos y mecánicos que pudiera haber en las casas. Pero sus especialidades llegaron a ser; maquinaria de bodegas, pintura, grifería y electricidad. Frente a esta ferretería y desde más antiguo abrió sus puertas la Sociedad Enologíca del Penedes, SEPSA dedicada al material de bodegas y analítica de vinos, hoy en el polígono Alces
 Menor fue la relación con el sector agrícola de otros establecimientos más centrados en la droguería en general como la  Droguería y perfumería de Exoristo Raboso dedicada a pinturas y barcines. La de Alderete que después de un largo recorrido en Santa Quiteria llego a la calle Castelar  donde se mantiene, con su clientela y un espectro amplio de oferta. Drogas, pinturas, escopetas, cartuchos, artículos de caza y pesca. Muy cerca tuvo su despacho de petróleo y poco a poco fue especializándose en droguería y perfumería, haciendo la oferta de artículos cinegéticos Belmonte años después en un establecimiento que se llamo Caza y Pesca.



Del comercio del primer tercio se siglo citaremos algunos elementos verdaderamente singulares. Durante la década de los veinte, directamente desde la fábrica de General Lacy en Atocha, se incorpora a La Mancha, la cerveza el Águila, a cargo del recadero alcazareño Emilio Ortega que la distribuía desde su  despacho de Cabo Noval. A su lado, Los “Bonis” tuvieron su establecimiento al publico el “Taller de Hojalatero” de Tomas Bonis. Entonces hacían toda clase de trabajos del ramo de fontanería y cristalería, incluso vidrieras artísticas  y se disponía de importantes servicios de  “Baños de Alquiler” que seguramente se utilizarían en los hoteles  y otros establecimientos del cercano Paseo de la Estación entregando para ello  bañeres de cinc. Curiosamente se centraron aquí varios salones de caballeros, peluquería, higiene o servicios de calzado. Como el salón peluquería de Nicomedes Cañizares Mazuecos que daba servicio con fricciones y desinfección. La peluquería Reguillo, con sillones americanos y secadores eléctricos que evitan el uso de las antihigiénicas  toallas. El Salón de Limpiabotas y Continental de Lizcano, donde se hacia un tratamiento especial de callos y juanetes. O los negocios de Simón Carballo como La “Higiénica”.  Un salón peluquería con perfumería en el que con los mejores perfumes se evitaba la caída del cabello y la compañía de seguros Zurich que atendía el mismo. Francisco López vende ya los automóviles Dodge-Brothers, anunciando precios de turismos a 9.975 pts

Aunque siempre hubo carnicerías en esta parte alta de la calle, fue singular la instalación de La pescadería de Juan Toral en Cabo Noval 25 como sucursal de una pescadería de Madrid, (modelo que se repite a lo largo de la calle y el siglo hasta la llegada de las franquicias) Presentaba pescados frescos, escabeches y mariscos que recibía diariamente de los puertos del norte por los trenes nocturnos. En la misma calle Don Demetrio de la Torre en los años veinte,  abrió el “Colegio de San José” en el numero 34, un centro de preparación para niños, adultos, artistas, fogoneros, y empleados de los ferrocarriles; que impartió clases ordinarias y extraordinarias, especiales y a domicilio. Resulto un centro con una pedagogía muy poco usual y avanzada en aquel momento.

Aparecen los bancos como el Central en Cabo Noval, y el Español de Crédito, El Popular y de los Previsiones del Porvenir hasta que llegan las cajas, como Caja Madrid. Tampoco se privo la calle en estos tramos desde el Cristo de Villajos a la Plaza, de nada. Pescadería La Coruñesa. Eugenio Santos que vendía todo lo imaginable, petacas y pitilleras. Abanicos, lámparas de comedor, regalos, material eléctrico, y bicicletas, paquetería, quincalla, perfumería. El Bazar de Saturio con muebles, tejidos, regalos, calzado, material de cocina y su famosa lámpara irrompible de filamento metálico. Como había que hacer negocios con todo, entre la alimentación y la medicina popular estaba, Andrés Pasarell comercializando su gallina cortada, a trozos. “Fracciones al peso para enfermos y parturientas, a todas horas”.  



En el sector de los tejidos fueron y siguen siendo ejemplares los establecimientos de Bonifacio Cano y Cano o Isidro Gómez Cano, hoy con otros nombres. Entre los desaparecidos están de este primer tercio de siglo las instalaciones de Ruiz o de la Antonio Ortiz fundado en 1855, que luego fueron los almacenes TRESA. Frente a este edificio en la otra esquina, estuvo hasta bien entrados los años ochenta el Bazar de San Antonio, también conocido como Casa Almendros. Fue fundada en 1893. Presentaba todo tipo de productos de señora y caballero, juguetes e instrumentos musicales y se daba a conocer, en recuerdo del cuento del Infante Don Juan Manuel en su Conde Lucanor, tan clásico como cuento y curioso en el mercado.
“Cuenta que un tendero, un día / los precios tanto afinaba,/ que apenas si conservaba/ el capital que tenia. / ¿habrá otro – entre si decía-- mas baratero que yo? / Y cuando el rostro volvió /hallo la respuesta, viendo/ que ALMENDROS esta vendiendo / a precios que a el supero.
O bien un acróstico como este.

Concepción y sus niños, cierto día
Al recoger de encargo unos paquetes
Se encontraron con que Almendros ya tenia 
Arreglada la tienda de juguetes.

Al ver de tan sublime colección
La serie de juguetes que allí había,
Manifestó el mayor, un chico fino,
El deseo de admirar con ilusión
Nuestro famoso juego El Adivino
Después todos en planes d e reclamo,
Repiten: esto es grande maravilla;
Ostentación tan rica en este ramo,
Solo se ve en la Feria de Sevilla.

En los años veinte este bazar encuentra como competencia un nuevo establecimiento a su lado. Local de jugueterías y novedades fue Casa Escudero, que siempre hizo gala de cierto iniciativa y espíritu comercial adelantado, entre otras cosas nos dejo como elemento de promoción de su negocio un magnifico álbum-guía de Alcazar con 20 postales del fotógrafo barcelonés Leonidas Roissin editado en 1927. La edición del pequeño periódico “El Eco de Alcazar” como revista literaria y mercantil de 1926. y multitud de objetos y productos promociónales de carácter domestico y personal. Pero ahora quiero traer el texto con el que se publicitaba en 1923, como un mero ejemplo de su arrojo comercial. 



“Casa Escudero el siglo de Alcazar, en donde observamos continuamente una animación de clientes, extraordinaria. Cada comprador se conviene en un propagandista y amigo espontáneo. Esto denota claramente que la organización de la casa es compatible con los deseos de todo consumidor. Buena calidad en los artículos y precios bajos, han contribuido a engrandecer el negocio.”
Entre sus muchos artículos, seguramente fue el comercio con mas proliferación de la década, en la idea de captación de clientela daba a conocer que disponía por 135 pts de un proyector de cine Pathe-Baby, de carácter domestico, y una cámara de grabación de la misma marca por 150 pesetas. Seguramente mas de un alcazareño de la época llego a comprar la cámara y hacer películas familiares, o locales o vayamos a saber, si fueron como aquellas de la realeza de la época. Solo conozco el caso de un par de aficionados a la imagen de aquellos años y ninguno entro en el cine. Pero aquellas películas deben estar en algún baúl cómoda o rincón inesperado. Estas con el paso del tiempo se estropean pero todavía son recuperables en copias especiales. Todo un tesoro si hoy apareciera alguna de ellas. Esta tendencia de utilizar la poesía como forma de reclamo esta muy extendida en Alcázar y el comercio y volveremos a ella hablando del bar de Federico o de las 4 Esquinas, las churrerías…

 En el segundo y tercer tercio del siglo, muchos de estos comercios se transformaron o dieron lugar a nuevos. Unos han desaparecido, manteniéndose otros; pero esto debe ser materia de otra entrega.

2 comentarios:

  1. La droguería que mencionas en Santa Quiteria, consulta tus datos, pero quiero recordar que era de Castellanos. Ya me dirás.

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  2. Justo antes de llegar a SEPSA, estaba la tienda de Camacho, no recuerdo se tenia rotulación con otro nombre o marca comercial, donde se podía encontrar pequeños electrodomésticos.

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