20111204

máscaras X


Aun en los tiempos que vivimos de plena civilización tecnológica, sigue habiendo verdaderos secretos, que se esconden en la comunicación a pesar de que los interlocutores saben y hablan de los mismos sin hacer referencias concretas al objeto de la conversación. Uno de estos, son los seres diferentes. No es esta una historia sobre las diferencias entre las personas, pero si trata de algunas personas diferentes, exactamente sobre sirenas y tritones. Las historias de las sirenas son muy conocidas en todos los ámbitos y han sido ampliamente difundidas en la literatura y el cine.
Sin embargo no es el caso de los tritones, que no vienen a ser otra cosa que los sirenios o sirenas macho, aunque hay quien mantiene que ambos sirenios y tritones, son dos especies completas con géneros diferenciados entre sus especimenes.  Los tritones son dioses de las profundidades del mar, hijos de Poseidon y la nereida Anfitrite, hombres con cola de pez, que vivían con sus padres en las fosas marinas. Algunos de estos, en sus juegos infantiles se escapan continuamente rió arriba, por cualquier estuario. Los hombres del río Amazonas, hace setenta años esculpieron con la madera de sus árboles, esta mascara que tenemos ahora con nosotros, el objeto recorrió la geografía con mucha rapidez saltando los mares. Hace veinticinco años que llego a mí, teniendo la suerte de poder adquirirla a un comerciante de importación de artesanía americana. Desde entonces vive conmigo destilando mi creciente entusiasmo por el pescado.
De los hombres-pez, ya en la antigüedad Plinio, entre otros autores, recogió algunas historias, que se extienden por toda la cuenca mediterránea y atlántica.
A La Mancha, llegaron los tritones a mediados del siglo XVIII y se mostraron con discreción. En el fondo de los pozos y el seno de los ríos de verano, cavaban agujeros subterráneos donde pasan la mitad de su tiempo. Resulta muy interesante en los pueblos manchegos conocer la relación entre estos tritones jóvenes y los poetas locales. Algún estudioso que no nombrare para repunte de sus trabajos, viene relacionado el descenso de Don Quijote a la Cueva de Montesinos, con una visita en busca de tritones, pensando su autor que podrían esconderse en el rió subterráneo que cruza la cueva; yo también creo que alguna orientación tiene este idea, cuando todas las generaciones poéticas de La Mancha hacen esta visita ritual.
 En el río Guadiana y sobre todo en su afluente el Zancara, se establecía una colonia de tritones, que llegue a conocer alguna tarde agosteña de la década de los años sesenta, e impulsaron a algunos amigos al acercamiento permanente al agua. Desde entonces hay entre mis conocidos, quien se escama la cara si no tiene contacto diario con el agua, o bien quien necesita tener cerca una piscina para sumergirse a tareas tan perentorias comer bajo el agua, por no nombrar otras propias de sirenas y tritones.
A La Mancha como la mayoría de las cosas los tritones llegaron tardíos, es lo que tiene ser de interior, pero en otras regiones peninsulares su huella aparece antes, como el caso de los mariños gallegos que recoge Luis de Molina en el siglo XVI, de ahí que Don Quijote bajara a Montesinos. Relata el licenciado Molina que un hidalgo pescó una sirena en una isla cercana  a la costa gallega y que cuando perdió las escamas, tuvo hijos con ella a los que popularmente se les llama mariños, por venir sus antepasados del mar. Antonio Torquemada, en su “Jardín de flores curiosas” de 1570, obra citada en el capítulo sexto del D. Quijote, recoge otro caso similar, en el que un triton tiene relaciones con una mujer en la costa a la que busca continuamente y los hijos de ella nacieron con señales propias de su padre.
Nicolás una figura que también aparece en el Quijote, cuando hablando del arte de la caballería, dice “…que ha de saber nadar como dicen que nadaba el peje Nicolás”. Es un siciliano de Catania, de la segunda mitad del siglo XV.  Era capaz de nadar largas distancias, actuando como correo entre los puertos y las islas. Permanecía hasta una hora bajo el agua sin salir a respirar, dedicándose a la pesca de ostras y coral. Llegaron sus noticias al rey Federico que lo llevo al estrecho de Mesina, arrojando al agua una copa de oro, diciéndole a Nicolao que si la recuperaba era suya. "Pesce Cola" se lanzó al agua sumergiéndose tres cuartos de hora, hasta que finalmente salió con la copa en la mano. El rey entusiasmado por sus relatos sobre el fondo del mar y sus habitantes, insistió con mas oro para que el hombre-pez volviera a las profundidades."Pesce Cola" consintió y se sumergió, sin que hayamos vuelto a tener noticias suyas.
El caso más divulgado en relación con nuestra mascara, es el del fantástico hombre-pez de Lierganes. Hace referencia a un joven carpintero, el pelirrojo Francisco, de diecisiete años, vecino del pueblo santanderino de Lierganes. En 1674 nadando en la ría de Bilbao la víspera de San Juan de Junio, se introdujo en el mar, apareciendo en 1679 en las costas gaditanas. Al ser recogido, su cuerpo estaba poblado de escamas que le descendían de la garganta hasta el estómago, y en la espalda desde la nuca hacia abajo.  El joven Francisco después de un largo viaje en manos de los frailes inquisidores, fue devuelto a casa de su madre. En esta etapa vivió tranquilo, sin mostrar el menor interés por nada ni por nadie, estaba descalzo, y si no le daban ropa no se vestía. Un buen día, al cabo de nueve años, desapareció de nuevo en el mar sin saber nada más. Benito Jerónimo Feijoo, en “Teatro Crítico Universal” recogió su historia por primera vez.
¿Quien de ellos o cualquier otro de sus colegas, es el origen de la talla que mostramos? Aun en los tiempos que vivimos de plena civilización tecnológica; sigue habiendo verdaderos secretos. Esta vez no ha sido así, la mascara de nuestro hombre-pez nos ha llevado a ello, aunque no tengamos mas respuesta que el desarrollado gusto por el agua de muchas personas y las manchas de humedad, que junto a esta mascara se marcan en la pared de mi casa.

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