La monja
En muchas ocasiones nos atrae la curiosidad, por el descubrimiento de cosas ocultas, de gran riqueza, en lugares lejanos y civilizaciones remotas. Pero no estamos habituados a sorprendernos con lo más cercano, casi lo domestico y lo intimo .
El caso de este suceso es casi intimo, no ha sido difundido nunca, y solo se ha relatado en pequeños grupos en contadas ocasiones; ahora que se hace publico, esperemos que no repercuta sobre sus conocedores.
Cuanto daría una monja,
De Santa Clara,
Por ir a “Valcargao”
A beber agua.
I
En la década de 1840, pocos años después de la desamortización de l837 y veintidós años antes de la desaparición del convento en 1868. Cerca ya de la primera mitad del siglo XIX y cuando se habían oído en el reino los primeros pitidos de maquinas de vapor, se sitúa el hecho que da lugar a esta historia. Por aquella época, Alcázar de San Juan era una villa pequeña sumida en el abandono de sus habitantes y sin interés para nadie, el entramado de calles de la villa por la parte Este, acababa en las calles de Las Peñas y la Comadre , de ahí hacia el arroyo, todo campo y labor agrícola, pudiéndose contemplar alguna casa en el campo al sur de la Placeta Ligero.
El terreno estaba dedicado a huertas, herencias moriscas. Desde la salida del camino de Miguel Esteban que se prolongaba a través de la misma calle del Horno, y en abanico hacia el Sur hasta la calle Pineda que se prolongaba como camino de Murcia por Campo de Criptana; todo eran como decimos huertas, este “peazo”, de ricas tierras fértiles se regaba de Norte a Sur con las aguas del arroyo de la Mina , que hoy corre enterrado bajo la calle del mismo nombre, como si hubiera cometido un delito que debe pagar con la pena del secuestro de su curso.
La plaza del Horno, era así conocida por el trajín que daba el horno situado en lo que hace de chaflán en su frente, entrando por ella desde la ermita de Villajos, tenia que ser esta una zona transitada, no solo por ser entrada y salida del villorrio sino por las características de sus calles que tenia asuntos de necesidad para los vecinos.
Mas al sureste del pueblo y al final de la calle de los barreros y los alfares, se alzaba al otro lado del arroyo, a unos 150 metros y en lo alto de una suave colina, el imponente edificio del popularísimo y querido monasterio de Santa Clara o de la concepción, que de ambas maneras era conocido por los todos los manchegos devotos del mismo.
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El edificio fue siempre sobrio, de clara arquitectura popular a veces con aspecto de fortín o empalizada, hay quien sugiere si su construcción no estaría influenciada por los edificios militares de la arquitectura colonial, al ser del ultimo tercio del siglo XVI, pero también los penúltimos usos del edificio pueden inducir a esa idea de lo militar sin otra razón de fondo.
Este monasterio nació alrededor de una ermita que previamente existía y que no sabemos datar, al igual que existían otras que han llegado o no a este final del siglo XX. La suerte de la historia nos da ciertas pistas, en el año 1546, el 8 de Diciembre se renovó en esta ermita, un Voto del Concejo de Alcázar a la Purísima Concepción de Nuestra Señora, para que evitara la llegada a la villa de plagas de langosta que destrozaban las cosechas empobreciendo a la población y haciéndola pasar muchas necesidades, siempre que he recordado este hecho me ha parecido misterioso, pero al principio de este ultimo verano una noche que paseaba por los aledaños del antiguo arroyo me vi sorprendido, con la enorme cantidad de langostas que saltaban por el asfalto y se nos subían a los hombros, de un color amarillo ocre y unos cinco centímetros de longitud; dentro de lo inhabitual me parecía normal, hasta que encontré casualmente una de ellas de color verdoso con mas de 15 centímetros de larga y de dos a tres centímetros de gruesa. Pensé en cazarla como he hecho otras veces, guardándola en un bote de cristal, pero su tamaño y el de las salamanquesas que proliferaban por las fachadas de las casas, me envió a otros momentos y supuse que estábamos en la cuenca de un antiquísimo caudal de agua, quizás otra antigua laguna del rosario que va quedando en la mancha en lo dilatado y misterioso del cauce del Guadiana.
El monasterio se fundo unos pocos años después, en los momentos de esplendor alcazareño del siglo XVI, junto al monasterio de San Francisco cercano a él, la Iglesia de Santa Quiteria etc.
Su fundación fue iniciativa de dos religiosas de la época; Sor Maria Hernández Peregrina de Cristo y Sor Francisca de la Cruz ; en aquellos años, Abadesa del convento de San Juan de la Penitencia de Toledo, de la Tercera Orden Franciscana. En aquel momento las comunidades religiosas de monjas tenían una gran influencia en los asuntos civiles ya que se daba una cierta correlación entre sus jerarquías y las noblezas locales.
Sor Francisca de la Cruz , pidió al Concejo de Alcázar la administración de la Ermita en el verano de 1557, con los terrenos de su alrededor, para fundar junto a ella un monasterio y el Concejo reunido en la Sala Capitular , que tenia en la planta principal de la Torre o torreón que había en la actual Plaza de España, decidió en cortísimo tiempo acceder a la fundación del monasterio. De donde se desprende el cariz político que tuvo la idea.
Tras la aprobación municipal surgieron otros tramites que retardaron la construcción real, cerca de veinte años, pero se termino levantando las edificaciones junto a la ermita, que se transformo en iglesia. La casa de las monjas creció no con pocas dificultades, incluso escisiones en la comunidad que dieron lugar a la fundación de otro monasterio en la villa, con advocación a San José, y en los aledaños de la ermita de Santa Ana en la misma casa de su fundadora, llamado de Abajo frente al primero y de Arriba. Eran los primeros años del siglo XVII y su promotora fue Maria Díaz Pedroche.
El monasterio de Santa Clara se construyo teniendo al Norte la fachada posterior y los corrales, al Oeste la fachada donde se sitúa la entrada al convento y la Iglesia , al Este una puerta y diferentes huertas y al Sur la fachada principal. Con el tiempo ha sufrido ciertas transformaciones hasta verlo en su estado actual.
La planta baja con estructura de patio claustral de cuatro naves, tenia distribuida en ella, las cocinas y despensas entre otras dependencias de labor. En la planta alta se situaban las celdas de las monjas, la sala capitular, la biblioteca, el noviciado y el acceso al coro alto de la iglesia. La zona de despacho residencia y habitaciones de la Abadesa también se encontraban en la planta alta, en la misma idea que la distribución de los castillos y las habitaciones de sus señores.
II
La vida de la comunidad se desarrollo con múltiples circunstancias, en los primeros años, desde el principio guardaron clausura vistiendo el habito seráfico sin velo, y en 1590 tomaron la Orden de Santa Clara abriendo noviciado, al igual que los del convento franciscano aledaño habían abierto universidad. Desde comienzos del siglo XVII la vida del monasterio estaba totalmente estabilizada contando en esta época con 80 religiosas.
Una comunidad muy numerosa para la demografía alcazareña de la época, lo que nos induce a pensar que la influencia del monasterio en toda Mancha tuvo que ser muy grande profesando en él las hijas de grandes familias de hidalgos de toda la zona, con sus respectivos dotes, que administro y arrendó el monasterio. Una importante función económica del monasterio fue la de administrar mediante arrendatarios una buena parte de la industria de la época como los casos de varios molinos tanto en Alcázar como en Criptana y otros pueblos cercanos, sin distinción sobre si estos eran de agua o de viento, el caso de los pozos de la nieve, charcas del hielo, salitrerías; etc.
Otra de las fuentes económicas era la administración de fincas urbanas y rusticas buena parte producto de las dotes y en otros casos de las compras y ventas que se sucedían o de las herencias y mandas que algunas familias dejaban al monasterio.
*
La más popular, aunque no la más importante, de las formas económicas de las Monjas de Santa Clara fue siempre la relacionada con la repostería en su fabricación y venta de riquísimos dulces que llegaron a tomar fama nacional y de los cuales alguno perdura en nuestros días casi como símbolo local.
Se cree por muchas personas bienintencionadas que el hecho de que las monjas vinieran a través del monasterio toledano, les hizo traer con ellas los secretos de la repostería de tradición morisca de los dulces de almendra, pero por el contrario todas estas costumbres estaban bien extendidas por la Mancha y en muchos campos florecía en invierno el almendro que daba lugar a tan especiales pasteles y dulces. En Santa Clara se hacían mazapanes para su comercialización, se conoce la existencia de grandes morteros para la almendra y los moldes de figuras para el horno; y entre las distintas figurillas de mazapán que se conocían como tales, se daba un mazapán distinto en de las bellotas, representación de las encinas del monte, quizás con otra composición y ejecución, distinguiéndose por lo tanto, dos productos distintos relacionados con la almendra.
Los otros dulces comercializados por las monjas, fueron los relacionados con el bizcocho.Apareciendo aquí dos tipos de dulces, las Tartas de la Virgen , de las que son claro reflejo actual las ofrendas que hoy se hacen en la fecha de la Candelaria y las conocidísimas tortas de Bizcocho o tortas de Alcázar, que dan lugar a una industria repostera muy interesante. Sobre estas tortas de Alcázar, hay quien asegura que se producen, a partir de su introducción por la llegada de la religiosa valenciana Isabel del Santísimo Sacramento Alfonso Quiralte que profeso unos años después de nuestra historia en 1854, el mismo año de la llegada del ferrocarril a la villa.
Las Tartas de la Virgen tienen lejanos precedentes. Confituras azucaradas en forma de ciudades que se decoraban con figuras, poniendo sobre ellas según antiguas descripciones de sucesos, frutos frescos y secos, dátiles higos pasas, nueces almendras, avellanas, pistachos, piñones, azucares, turrón, cítricos y dulces pastelillos. Recibió también esta pastelería el nombre de mastaba por su forma relacionada con el tipo de construcción.
Aunque hoy se le llama de pisos popularmente en sustitución de plantas o alturas. Sus precedentes son hispano romanos usándose este tipo de pasteles para agasajar la entrada de los cónsules a las ciudades y en la Edad Media se encontraba en las mesas con el nombre de ciudades.
Tenemos a mano una receta anónima de uno de estos pasteles; bajo el nombre de Alcázar, en pasta azucarada u otras figuras:
Poner en moldes, en cantidades iguales de azúcar y agua o agua de rosas, y cocer hasta su ligazón, hacer en los moldes las formas necesarias. Disponer luego las piezas una detrás de otra por trozos uniéndolas con almaciga hasta obtener la figura deseada suelen construirse árboles y un alcázar y se decoran las alturas con figuras y elementos de todas clases.
Hoy en esta línea a lo largo del siglo XX se han conocido las tartas nupciales, con sus típicas parejas de novios.
Tartas de la Virgen , figuras de mazapán y bellotas, forma parte de la misma forma de proceder con manifestaciones distintas.
Del mazapán se ha dicho, que los dulces de almendra y azúcar se conocían en la antigua Grecia y ciertamente así eran muy afamados en tiempos de Pericles, y se le ha identificado en la historia con el marcipan veneciano o pan de marzo o pan de San Marcos.
Tengamos esto presente, Pero nadie pone en duda que el mazapán moderno es un producto de la mancha toledana aparecido a final del siglo XI en el asedio al reino de Al Mamun por Alfonso VI y que apareció para sustituir la falta de víveres de los asediados perfeccionándose después como alimento que portaban las tropas de Alfonso VIII camino de la batalla de las Navas en 1212. Pero ya en el siglo XVI se había convertido en alimento de primer orden, Francisco Martinez Montiño habla de este en su Arte de cocina. Diciendo; que es bueno para los enfermos que pierden sus ganas de comer y además de muy buena sustancia.
Otra de las grandes tradiciones reposteras de estas tierras perdida en la oscuridad de la historia son los hornazos, en latín encontramos fornaceus, Roscas y tortas guarnecidas de huevo que se cuece conjuntamente con ellas en el horno. Constituyendo un objeto de agasajo y agradecimiento se come en la celebración de San Marcos el 25 de Abril, cuando en la época romana era muy celebrada esta fecha con las fiestas Rubigalia dedicadas a la diosa Ceres; en previsión de que esta diosa de la agricultura, cuidara las cosechas cerealisticas de la plaga de la raña. El 25 de Abril en el calendario romano es el paso al verano. Entre las variantes del hornazo; se encuentran analizadas: las que se les incorpora embutido, salados, dulces. Se encuentran en forma de roscas, tortas, empanadas, decoradas con las iniciales de su destinatario, o de su autor. Incluso los encontramos decorados con motivos vegétales y animales. Constituye una autentica comida ritual.
Los bizcochos, se basan primariamente en los huevos, el azúcar y el harina, para su elaboración. De sus proporciones y añadiduras se hacen los distintos tipos del cocio manchego, con aceite para magdalenas, otros con leche, mantequilla, levaduras, otros a los que se les añaden frutos secos para dar sabor o frutas etc. Pero la base del bizcocho la conocen las monjas de Santa Clara desde sus familias y llegan con ellas al convento. ¿Cómo aparecen las Tortas de Alcázar?. Las tortas son consecuencia del noviciado, se hacen en las cocinas del convento para el consumo de las monjas y novicias, con los restos de los peroles donde se ha fabricado la repostería para la venta y el encargo.
Son a la vez una maquila molinera, y una gracia de la cocinera con las novicias y las ayudantas de las cocinas, como es propio de los maestros de oficio artesanos de la época; para estimular el aprendizaje de sus alumnos, por ser estas tortas algo intimo y propio del convento, no salieron nunca de él, y los visitantes eran obsequiados con ellas en honor no de su esplendor, sino como signo de recatada pobreza de alimentarse las monjas con las sobras de su producción. Los gotones de las masas sobrante vertidos sobre tejas y papeles, sobre los que las novicias pondrían sus iniciales, pudieron ser el origen de un tan reconocido producto de nuestros días.
Esta costumbre de dar presentes, regalos y golosinas a los mas jóvenes, se ha mantenido en los hornos de la ciudad hasta los años sesenta del siglo XX, momento en el que desaparece irremediablemente lo que llamamos vida tradicional, se hacían figurillas, se ponían iniciales y los niños se comían lo de arrebañar.
III
Aun reflejaba la luz de la tarde y las sombras se prolongaban en el corredor alto del monasterio. La cocina estaba lista, todas las tejas fregadas, los zócalos repasados de cal y las ollas fregadas y secadas al sol. Su corazón de media veintena latía con una intensidad inusitada. La madre cocinera estaba recluida en su celda y ella misma preparo y le subió la medicina para sus dolores de cabeza, desde que entro en el noviciado la encargaron de preparar esos vapores y los conocía perfectamente. Incluso se lo aprendió como cancioncilla:
Se hierven en una olla
Un puñado de hojas.
De sándalo, albahaca.
De rosa y nardo.
Sobre el vapor de agua,
de esta cocción.
Se inclina, el del dolor.
Lo respira, profundamente.
Tapándose la cabeza bajo una tela.
Después del vapor respirado
El enfermo queda curado.
No se encontraba tranquila, al fin tenia decidido abandonar el monasterio esa tarde y nada la asustaba tanto, como seguir allí dentro. Esperando.
La novicia aguardo la primera hora de la oscuridad de la tarde, para abandonar el monasterio por las huertas y el portón de la fachada oeste, un poco a hurtadillas llevando prendido a sus ropas algunos secretos de la cocina conventual. Estos secretos eran su pasaporte para la vida extramuros, sabia que no tenia ninguna posibilidad de volver a su casa y sin dote ni recursos tenia que procurar la forma de salvar su honrosa vida de mujer joven.
Abandonaba el monasterio por sus dudas profundas, y la juventud con que había profesado que le provocaba fuerte inestabilidad en su vocación.
Al frescor de las noches del verano, con los cantos de ronda que oía desde su celda a la caída de la tarde por entre las celosías, aumentaba a lo largo del ultimo verano su inestabilidad y su mar de dudas. En esta terrible angustia no quiso hablar con otras personas del noviciado ni escuchar consejos de la madre cocinera, ni mucho menos de la abadesa a la que siempre veía como señora del monasterio. Ella promesa tras promesa, se encomendaba a la virgen de la concepción que tenia en la hornacina de su celda.
Esa mañana había estado muy nerviosa, la madre abadesa hablo de la importancia de la preparación del Voto del Concejo de la villa, y la responsabilidad de las novicias en los preparativos de la ceremonia. Después se recogieron las ultimas ofrendas que se habían hecho con motivo del pasado día de difuntos, limpiando la cripta del convento, que tras estos preparativos se cerraba para una larga temporada.
Durante todo el verano le zumbaba con ronroneos la idea de marcharse, se le había metido irremediablemente en la cabeza, y aunque estuvo muchas noches a punto de hacerlo no había podido. Sin embargo ahora todo era distinto, había terminado las tareas de la cocina y ordenado los alimentos de la despensa. Se salió al huerto y se apostó tras un paredón de piedras irregulares y cal. No podía pensar en otra cosa y salió lentamente del recinto por la portezuela del campo, la fachada de su evasión, no se aclaraba con ventanas de celdas y aun así, inmovilizada por el miedo, se acurruruco en un pedregal a la espera de que se oscureciera la tarde.
De las casas de la villa llegaba un olor caliente a sarmiento y cepa, a encina y caldo puesto a la lumbre, el campo estaba abandonado y la oscuridad lo disimulo todo rápidamente. Decidió continuar su aventura y recogiendo un poco sus hábitos para que no se mancharan de barro, llego hasta el arroyo que conocía perfectamente, el rumor de sus aguas y el olor, le recordaron tardes de la niñez; paseando por su orilla y buscando renacuajos. Cruzo el arroyo vadeandolo y empezó a caminar hacia las huertas subiendo una pequeña ladera para buscar el camino de Miguel Esteban, su idea era bordear la villa hasta el cementerio de San Sebastián donde tenia una obligada visita que hacer, para desde allí por el camino de Villafranca iniciar su viaje a Toledo.
Todas estas huertas por estar tan cercanas de la villa, se habían quedado sin animales y las norias estaban paradas, algunas habían desmontado los cangilones y la rueda, otras estaban abandonadas pero nadie imagino jamás que serian un cadalso nocturno. Especialmente porque todos andaban por los caminos y no campo a través.
No fue así el caso de nuestra novicia, que en el deseo de cumplir sus intenciones abandono los caminos y las calles, con tan mala fortuna que en su carrera cerca de la calle de las Peñas, se metió en el interior del pozo de una noria, una noria abandonada que tenia un profundo pozo desde donde tuvo que ver las estrellas del otoño durante dos largas noches de agonía.
IV
En aquella situación desesperada, la monja novicia recordó algunos asuntos de su mágica y juvenil vida, la desgracia del tropiezo le hizo caer al pozo con tan mala fortuna que la tibia y el peroné fracturados de su pierna izquierda, se habían quedados atorados en el fondo del pozo, inmovilizándola sin posibilidad de escapar de su posición aun con inimaginables dolores.
Paso toda la tarde y noche gritando socorro y pidiendo ayuda, las primeras luces del alba siguieron oyendo sus suplicas, y ella pensó en quedarse sorda al ir dejando de oír su voz, que pedía auxilio permanentemente, no pudo en su pavor, darse cuenta de que se le habían roto las cuerdas vocales en sus alaridos de auxilio. Realmente enmudeció.
Pasado el mediodía en la profundidad del pozo oscureció rápidamente y la novicia comprendió su terrible destino, la pierna rota, el agua hasta la cintura sin pensar que infectos animales podría haber en ella. Sin poder moverse, salida del ayuno del monasterio, en el esfuerzo y el miedo de una jornada casi completa allí perdida; eran motivos suficientes para desvariar su mente y tener las primeras sensaciones de desfallecimiento.
Comenzó a rezar y la monotonía del rezo ayudaba al sueño y al cansancio, a perder la conciencia. El hambre a la cual no estaba desacostumbrada, pero paliaba con su dedicación a la cocina, le traía a su memoria sugerentes imágenes de Sopas de Ajo, y Almendra de viudos potajes conventuales y otras delicias alimenticias a las que ella estaba acostumbrada.
*
Sus terribles dudas de vocación, le asaltaban nuevamente pensando en si había procedido correctamente con su escapada, pero en ningún momento se arrepintió de ello, la posesión de la libertad, falsa libertad de siempre, se había aprovechado de su razón y le hizo olvidar su vida anterior.
Su boca se derretía de hambre, y la lengua pretendía engullírsele sola pensando en la tortilla de la hermana Pascuala, en una variedad que había descubierto por las concepcionistas franciscanas de San Luis de Burgos, y que ella ligaba a la hermana Pascuala, de la cercana calle del convento alcazareño. En esta calle; se dieron curiosos hechos de mofa sobre la limpieza y virtud de una moza, no hacia demasiados años y de los que había quedado una cancioncilla que ella escuchaba desde su celda.
Asnis burris majaderis
Borrico de poca ciencia.
Que camino tomaremos
Para la villa de Herencia.
An dicho que quieres ser monja
Y ahora te quieres casar
Con uno que tiene pelotas
Como un gallo gavilán.
Asómate a la ventana
Dama la del pelo cerril
Que tengo una zanahoria
Que me llega al senojil.
La tortilla de la hermana Pascuala, se hacia con cebolla y pan empapados en leche aromatizados con perejil, además de las consabidas patatas fritas y huevo. Una vez cuajado todo ello, la tortilla no se fríe, sino que se hornea.
Caída la noche la novicia volvió a caer en lagrimas encomendándose a la concepción de la Virgen , pensando que la causa de su martirio, seria llevar prendidos en los hábitos los secretos de los bizcochos, que al fin y al cabo siempre salían del monasterio de alguna manera, y quizás algo imperdonable impensable entre todas las monjas y solo propio de su ardor juvenil; la formula de provocar la menstruación, que la madre abadesa guardaba conjuntamente, con la madre cocinera, como depositarias de tan gran secreto; que ninguna otra mujer conocía completo mas que ella misma. En la idea de que perdurara fuera del convento, arranco dos papeles de su toca y los introdujo en una cajita de cinc donde guardaba el rosario, dejándola en un hueco de las piedras del pozo.
Sabia que nunca llegaría a usarlo, pero las mujeres de fuera del monasterio podrían encontrarlo y usarlo sin tener que pagar un alto precio por el, a veces la mitad de su dote. La formula no era complicada, se trataba de hacer pastillas con un triturado de hojas que se amasaba con miel. Sus componentes eran; una medida de amarga almendra y otra de dulce, junto a media medida de los siguientes; manzanilla, mirra, valeriana, zanahoria, anís, hinojo y apio, la masa se terminaba con un cuarto de medida de rudas y sabina. Siendo siempre por cada planta. De las pastillas se ingerían de tres a seis gramos al día.
La receta se conserva porque una urraca al ver relucir la caja la recogió trasportándola a su nido en la torre de la plaza, encontrándose intacta con los papeles y sellos del monasterio. Las monjas habían dejado constancia de la desaparición de los papeles pocos días después de la desgracia de la novicia.
El fin estaba próximo y era consciente, rezo tras rezo, recuerdo tras recuerdo, ilusiones y esperanza alentaron sus últimos momentos. El sueño, el sueño dulce de la juventud venció su resistencia quedando su conciencia dormida y el cuerpo aun vivo por unas horas. En el preciso instante del ángelus del segundo día, muerta la novicia exhalo su ultimo suspiro. Un suspiro de novicia que no pudo conocer su día de libertad, ni el valor del arco reglar. Aquel suspiro fue profundo de agradabilísimo y personal olor que lleno el aire de la villa de un incomparable dulzor, por este motivo sus compañeras y la madre cocinera supusieron su muerte, aunque no encontraron nunca su cadáver.
La madre cocinera lloro largos días la muerte de su mejor novicia y para borrar su desgraciado lance ensayo todo tipo de pasteles y ocurrencias reposteras que endulzaran su paladar y su alma, después de varios ensayos consiguió hacer unos pasteles que emulaban el olor dejado por aquel suspiro. Los compuso con mantequilla y harina por partes iguales, el doble de azúcar, un vaso de agua en la misma proporción que el azúcar, ralladuras de limón y tres huevos por cada cien gramos de azúcar.
Lo mezclo todo en un cazo al fuego hasta conseguir una pasta, después se aparto del fuego y le añadió los huevos batiéndolos hasta incorporarlos. Hecha la pasta y volcada en piedra se corto en trozos pequeños que se hicieron fritos espolvoreándolos con azúcar y canela en la costumbre alcazareña, tratando de hacer sobre ellos figuras geométricas decorativas.
El olor que emanaba la elaboración de los pasteles y su sabor evocaban el suspiro de la novicia, pero la madre abadesa que le tuvo siempre gran cariño en su memoria quiso darle la cualidad figurada de monja, llamando a estos pastelillos suspiros de monja y no de novicia como realmente se debían haber conocido.
V
En la década de los años de 1920, ya instalada en la ciudad toda la modernidad de primeros de siglo y las corrientes de pensamiento mas radicales, se encuentran también un grupo de seguidores de Kardec, que estudiaron antiguos sucesos sobre las almas de la villa, descubriendo en retazos este episodio que ahora estamos relatando.
Se acababa de urbanizar la zona de los sucesos poniendo nombres de grandes pintores a las calles y entre ellos el del insigne alcazareño Lizcano, que convivía así con Goya Velázquez y otros grandes maestros, en aquellos años se construyo el edificio conocido como La Ferroviaria para que cursaran estudios los hijos de obreros y empleados del ferrocarril, edificio que fue mas tarde colegio Nacional y hoy sede de los servicios culturales del Ayuntamiento, con su biblioteca, teatro, televisión local, aulas artísticas etc.
En los años cincuenta el edifico sufrió su primera ampliación por la línea de fachada de la calle Goya, aunque después ha tenido muchas mas, pero desde entonces los maestro del mismo, Gaitero, Toribio, Alderete y otros grandes nombres del magisterio local, sentían presencias y extraños sucesos en el edificio que siempre achacaban a la chiquillería y comentaban en los panetes, Pero desde el comienzo de los años 80 y exactamente desde el 150 aniversario de su desaparición, la monja novicia tiene revuelto todo el edificio.
Libros perdidos en la biblioteca, trastornos comunes en los aparatos informáticos y cambios de lugar frecuente de las cosas; son fenómenos habituales en ese edificio. Presencias y apariciones, luces que iluminan las estancias y otras formas de aviso nocturno o diurno se repiten con cierta frecuencia, así como los repentinos cambios de humor de sus habitantes; especialmente en los meses de otoño cerca de las fechas en que desapareció la novicia. Ahora se sabe a que es debido todo esto. Porque los espiritistas locales venían diciendo que necesitaba la practica del exorcismo para su descanso; que error, que cruel y despreciable error tenían estos opinantes embrujados del mundo de los difuntos.
Menos mal que las mujeres que hablan con los muertos; las que cruzan el pueblo de noche y enlutadas, han apuntado un remedio para el desasosiego del espíritu de la novicia, que puede ser el eficaz. El espíritu les ha comunicado en sesiones de ouija que quiere depositarse en la cripta del antiguo monasterio de Santa Clara, y que aunque ve ese punto de luz a lo lejos, no puede caminar hacia el por vivir en un mundo de tinieblas, en el que entro a los ciento cincuenta años de su muerte.
Las que hablan con los muertos; se han juntado todas para ayudar al espíritu. Logrando encontrar la solución de sus pesares, en construir en el aniversario de la muerte un camino de luz entre los dos edificios que encarcelan su espíritu. Estos, se encuentran bien cercanos.
La reconstrucción de este camino imaginario, por el que la novicia anduvo en su malograda noche a oscuras; para que ahora el espíritu pueda volver a su lugar ensoñado para descansar eternamente. Es una tarea difícil y laboriosa, individual, porque cada persona interesada en ello ha de formar parte del camino y colectiva porque necesita la participación de muchas personas, en esta tarea de liberar el alma que busco la libertad.
¿Será ahora el momento de hacer ese camino?. Es una pregunta sin respuesta que ofrece respeto a todos los que piensan sobre ello.
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